CIUDAD DE MÉXICO.- El Centro Ignaciano de Espiritualidad de la Ciudad de México organizó la conferencia El compromiso de los cristianos en la coyuntura de México hoy, del P. David Fernández, Rector de la IBERO.
Primera de cuatro partes.
Los creyentes tienen una tarea que cumplir frente a los actuales tiempos desafiantes que los interpelan, dijo el Maestro David Fernández Dávalos, S. J., Rector de la Universidad Iberoamericana Ciudad de México, durante su conferencia ‘El compromiso de los cristianos en la coyuntura de México hoy’, que impartió en el Auditorio de la Parroquia de la Sagrada Familia.
El Padre David comenzó su ponencia, organizada por el Centro Ignaciano de Espiritualidad de la Ciudad de México, dando algunos supuestos. El primero, es que Jesús de Nazaret no vino a predicar la vida futura, sino que vino a presentar una ética para los tiempos de la historia en los que Él estaba presente. “Entonces el Dios en el que creemos no es alguien que nos saca de la historia, sino que nos mete en ella”.
El Dios de Jesús se acerca a los seres humanos, no los aleja del mundo, ni los mete en su propia interioridad, porque si algo hizo Jesús fue combatir el mal de su tiempo, saliendo de sí mismo. Experimentar al Dios de Jesús no exige hacer vacío interior, sino más bien estar en contacto, con el herido que está en el camino, con los leprosos que van pasando por ahí, con los endemoniados, con el que interpela al poder religioso y al poder político. “Ese es el tipo de persona a la que decimos seguir; es el Jesús de Nazaret”.
El Dios de Jesucristo no está en conflicto con la humanidad, ni reclama nada para sí. “Demanda que nos llenemos de los demás y que, frente a la historia, los creyentes tomemos una posición”; porque Dios está adentro de la historia, y demanda tomar una posición a la manera de Jesucristo.
Eso no quiere decir que Jesús se identifique con una ideología, proyecto o partido político en particular. “Aquellos que han querido identificar la figura de Jesús con un proyecto político, como la democracia cristiana, o lo que sea, están equivocados. Jesús no representa un proyecto, sino más bien unas opciones y una mirada”.
“Lo que yo digo, cuando confieso a Jesús de Nazaret, es que el Dios en el que creo se hizo historia, y al hacerse historia se vinculó con los pobres y los excluidos, y se hizo conflicto con los poderes de este mundo; y por eso lo matan”. Porque la muerte de Jesús no está desligada de su vida; lo mataron por encabezar una protesta, una rebelión y por ser blasfemo, por decir que “Dios tenía que ver con nosotros y que no estaba más allá de la historia”.
Los valores históricos de Jesús
En el terreno de lo social, Jesús defendió y promovió una serie de valores históricos irrenunciables, que hacen que todo cristiano tenga elementos generales válidos para elaborar una propuesta social, cultural y económica para cada país y para el mundo entero.
Primero. Jesús ve en los más pobres, en los necesitados y en los excluidos, a los privilegiados del Reino; en ellos ve la posibilidad de un futuro mejor y desde ellos juzga la historia. Entonces, un proyecto histórico de inspiración cristiana tiene que tomar seriamente en cuenta la situación de las minorías sociales, las necesidades de las mayorías empobrecidas y responder a ellas. Éste es un primer criterio de juicio frente a gobiernos, proyectos y políticas públicas; por lo que cabe preguntar si éstos ¿benefician a las mayorías empobrecidas y a los grupos socialmente empobrecidos, o no?
Pero los pobres son Jesús mismo; y como entes y actores sociales, no son objetos pasivos de la acción benéfica estatal o privada, sino que son protagonistas de su propio desarrollo y de su destino. “No son menores de edad, tienen un proyecto, tienen intereses y los procuran”.
“Si se abre espacio a los pobres, si se abre espacio a los que son excluidos, a los que padecen la realidad, para que se desarrollen y crezcan como personas, ese es un criterio de validez desde los criterios del Evangelio”.
Segundo. Jesús procura eliminar del ser humano aquellos elementos que lo deshumanizan, como son: el ansia de riqueza, de honores, de poder, la crecida soberbia, la seducción que ejerce el halago de los poderosos, etcétera, que conducen en contra de la voluntad de Dios, manifestada en Jesús.
En cambio, Jesús propugna la sustitución del egoísmo, por el amor como motor de la vida humana; la solidaridad con los demás, como motor de la historia; y propone poner en el centro de toda la actividad humana a la Otra, al Otro, a la persona. Postula la entrega solidaria a los demás y condena la utilización de los otros en beneficio propio; quiere servir, más que ser servido.
En este sentido, el Maestro David Fernández Dávalos dijo que la consigna de los zapatistas, mandar obedeciendo, podría ser una traducción política de esta actitud, es decir, cuando los gobernantes están al servicio de los demás y no se sirven de los otros, cuando los mueve el servicio y no el ansia de riqueza o la soberbia.
Tercero. Jesús promueve el rechazo a las desigualdades injustas -no a las desigualdades naturales, por ejemplo, ser hombre o ser mujer-, porque afirma el valor trascendente de la vida humana, el valor de la persona vista con la mirada de Dios, y consiguientemente alaba la solidaridad y la fraternidad entre los seres humanos.
Mas, contrastó el Rector de la IBERO, todo tipo de racismo, como el que tiene el presidente de Estados Unidos, Donald Trump; todo tipo de presunta superioridad de género, como el del presidente de Brasil, Jair Bolsonaro, que dice que los hombres son mejores que las mujeres; o de chovinismo de clase, como el de la secta Nexium, que dice que ellos, que son los mejores, son los que legítimamente tienen que concentrar los recursos, el dinero, el poder; todo esto, “es proscrito por Jesús y es contrario al plan de Dios”.
“Si el gobierno favorece la exclusión, de las mujeres, de los pobres, de los morenos o de los negros y negras, o de las trabajadoras domésticas, etcétera, ese no es un gobierno de acuerdo con los valores del Evangelio”.
Cuarto. Jesús siempre despierta la necesidad de un mundo mejor, y entonces desata la esperanza activa de quienes quieren hacer un mundo más justo; en el que, por lo mismo, por ser más justo, por ser más iguales, más hermanos y hermanas, Dios se pueda mostrar más plenamente.
Caso contrario, la negación del ser humano, la negación de la fraternidad, la negación de la utopía de la posibilidad de algo distinto, es la negación radical de Dios, y en este sentido, es la negación de todo lo que debe ser el principio de toda realidad y realización humana.
“Todas estas cosas no son puros valores, confesiones o propuestas discursivas ideales, sino que constituyen experiencias concretas en la vida del Señor Jesús, y por eso son exigencias fundamentales que deben ser vividas y ejecutadas por quienes dicen, decimos, seguir al Señor de Jesucristo”.