jueves, abril 25, 2024

EL CASTILLO: Sueños guajiros nunca alcanzados

Dese a la tarea, si no encuentra nada mejor que hacer, de analizar uno a uno todos esos renglones prometidos y nunca cumplidos por quienes han ostentado cargos públicos de relevancia. Construir un puente lagunar, cuya necesidad se visualizó años antes de caer en el conflicto vial actual, ha resultado un sueño o una pesadilla, como se quiera ver y proviniendo la mirada del número de veces en las cuales se transite por esa vía. Resultó más fácil hablar y hasta llegar a casi autorizar un transporte para cruzar del centro de Cancún a la zona hotelera generando una contaminación mucho mayor que la presencia de pilotes sobre los cuales descansara el puente. La ventaja para la autoridad radica en la posibilidad de invertir en los barquitos para cruzar y obtener muy buenas utilidades, no así cuando interviniera una constructora y una administradora de la inversión obteniendo ingresos a través de las famosas cuotas de peaje.

Como si se trata de una ciencia oculta, de una jornada peligrosa sólo permitida a los valientes, la recoja de basura ha venido convirtiéndose en otro sueño, en una necesidad no satisfecha, en una mancha permanente, sin forma de lavarla, de quitarle todas las marcas aplicadas con cincel y martillo convirtiéndolas en imborrables. El gobierno municipal, en cumplimiento de sus tareas, era el responsable de recoger los desechos de las calles, mantenerlas limpias, hacer lo conducente en cada domicilio particular, acudiendo a las concentradoras en las plazas, etcétera. Su labor se extendía al depósito y bastante caros salieron los viajes emprendidos una y otra vez para visitar plantas de tratamiento y transformación de deshechos en otros países. En “comisiones” lo mismo fueron por lo menos un par de veces a los Estados Unidos y otro tanto a Europa, sobresaliendo sus tours a España y Alemania. No falto el alcalde de gira por Argentina. Total, ese deseo de vivir en una ciudad limpia, en donde se trate la basura con toda responsabilidad y conforme a los últimos adelantos, es otro punto añorado durante décadas.

Se hicieron los trazos, la planeación de la ciudad de Cancún, de la habitada por ciudadanos prestadores de servicios, comerciantes, empresarios, empleados, etcétera, buscando fuese el modelo de modernidad, de nuevos tiempos, de instalación, construcción, desarrollo urbano casi perfecto de los polos de desarrollo turístico bajo la responsabilidad del Fondo Nacional de Fomento al Turismo. Grandes avenidas, cancelación de calles internas con circulación, suficientes áreas verdes, amplios camellones y todo ello bajo un pronóstico multiplicador de cuartos de hotel, calculado para los siguientes 20 años. Pasaron dos décadas y nada volvió a repetirse; el crecimiento fue anárquico, el desarrollo horizontal fue cambiado por uno vertical también fracasado. Se quedó en el limbo esa imagen de modernidad para dar paso a lo visto en las ciudades más viejas del país. La circulación vehicular se ha convertido en un caos mañana, tarde y noche. No recordaron y menos aún tuvieron presente el cálculo inicial de inversiones, pobladores, etcétera, para ir creciendo conforme se fuera acercando el límite planeado. Sin excepción se dedicaron a gozar del poder, de ser dictadores, de ver como cada decisión se convertía en una orden sin apelación. El relajamiento proporcionado por la conducción del coche saliendo de las horas de trabajo, se perdió para dar paso al mortal estrés; el panorama se transformó y nada fue para mejorar.

Habría de ponerse en una balanza cuánto hemos perdido y cuánto se ha ganado. Lo priorizado no ha sido la felicidad, ni la tranquilidad, ni la unidad familiar, ni el progreso sin incertidumbre, menos aún la seguridad. Solamente pusimos tres aspectos, pero existen muchos más, tantos como días van de nuestra existencia en el otrora paradisiaco lugar. No vale preguntar por qué se va el turismo y quienes habitan en donde otros se divierten quieren salir huyendo.

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