MIGUEL ÁNGEL FERRER
Poco a poco, por aquí y por allá, van apareciendo indicadores de una mejoría en la situación de la pandemia de covid. No son datos concluyentes pero no deben ser pasados por alto. Primero: la tasa mundial de mortalidad es de algo más de 2 por ciento (2.21). El guarismo es muy significativo si se toma en cuenta que la tasa de mortalidad esperada al comienzo de la pandemia era de 10 por ciento.
Segundo: hace poco más de un año, cuando empezaba el flagelo, no existía tratamiento médico alguno. Hoy, médicos y medicina cuentan con eficaces recursos terapéuticos para evitar las peores complicaciones de la infección y, consecuentemente, el fallecimiento del enfermo.
Cada día que pasa hay un mayor número de camas de hospital disponibles y más camas con ventiladores mecánicos. Y siendo evidente el éxito de las medidas sanitarias de mitigación de contagios, ya han aparecido diversas vacunas que también poco a poco pero de modo firme y sostenido evitarán más contagios y muertes, hasta que el covid se convierta en una enfermedad endémica y quizá, más pronto que tarde, en un asunto del pasado.
En materia de vacunas vale la pena consignar un dato todavía no muy conocido. Si bien son siete las fórmulas ya en uso, suman 66 los prospectos vacunales, algunos ya en la tercera y última fase de los ensayos clínicos previos a su aprobación e inmediata utilización.
También vale la pena recordar que epidemias y pandemias tienen, como todo en la vida, nacimiento, auge y desaparición. Y que ese proceso se ajusta a lo que en estadística se llama Campana de Gauss: una curva que asciende hasta un punto máximo para luego empezar a caer hasta finiquitar su ciclo.
El antecedente más ilustrativo de este comportamiento se encuentra en la pandemia de la llamada gripe española de 1918-1919 que un mal día apareció y que, un buen día, doce meses más tarde, luego de provocar cien millones de muertes, simplemente desapareció.
Un antecedente más próximo fue la pandemia de gripe que comenzó en 2009 y terminó en 2010 y que es conocida como Gripe A h1n1. Ésta provocó un número aproximado de fallecimientos que acaso llegó a medio millón, pero que ahora ya es historia.
Los anteriores indicadores, señaladamente la acción del hombre, hoy más decisiva que nunca, permiten vislumbrar el muy próximo fin de la pesadilla.