viernes, abril 19, 2024

ECONOMÍA Y POLÍTICA: Sanciones, armas y el factor termómetro

MIGUEL ÁNGEL FERRER
Desde el comienzo de la operación militar antifascista de Rusia en Ucrania estaba muy claro que, en resumidas cuentas el conflicto era y es entre Washington y Moscú y que Ucrania sólo era y es el teatro de las operaciones bélicas.
Y también desde el principio estaban claras varias cosas. La primera es que Estados Unidos no iba ni podía involucrarse directamente en el campo de batalla. Y así las cosas ¿cómo  podría Washington ganar la guerra?
¿Con la aplicación de unas sanciones económicas, financieras y comerciales contra Rusia que al paso del tiempo han demostrado su inutilidad para dañar seriamente a Moscú y que, a la inversa, han generado una tremenda crisis económica y, sobre todo, energética en los países miembros de la OTAN?
¿O con el suministro de millones y millones de dólares en moderno armamento al gobierno ucraniano? Pues los hechos se han encargado de demostrar lo equivocado de esa apreciación.
Y ahí viene ya el crudo invierno europeo. Un enemigo que no puede ser vencido sin el suministro ruso de energéticos. En estas condiciones qué pueden hacer Estados Unidos, la OTAN y el gobierno de Ucrania. La única salida es pactar la paz, aunque ésta tenga el amargo sabor de la derrota.
¿Pensarán en Washington y en Bruselas que, sin energéticos, la guerra puede ganarse sólo con retórica, con saliva, con discursos y con la satanización mundial de Vladimir Putin?
¿Pensarán que antes de la llegada del invierno las tropas ucranianas penetrarán en suelo ruso y que en cosa de meses podrán tomar Moscú y derrocar a Putin?
Es claro que Washington, Bruselas y Kiev no han entendido que vencer a Rusia es sencillamente imposible. Y que el tiempo no conspira contra Rusia, sino, al contrario, lo hace contra los nuevos fascistas europeos.
Y mientras la OTAN y Ucrania se desgastan, Rusia solidifica su economía y su alianza militar y económica con China. Y si Rusia sola es invencible, la alianza con China refuerza esa condición.
Pero la propaganda yanqui y europea presentan los hechos como el preámbulo de la debacle de Rusia. Pronto, muy pronto, el termómetro precipitará la rendición del gobierno ucraniano.  Y se verá, como ya pasó en Corea, Vietnam, Afganistán, Irak y Siria, a las tropas al servicio de Estados Unidos en retirada.
La lección es clara: pactar la paz es la única salida para Ucrania, para la OTAN y para Estados Unidos. ¿O preferirán Washington y Bruselas prolongar veinte años, como en Vietnam, Afganistán e Irak, una guerra perdida desde antes de su comienzo?

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