MIGUEL ÁNGEL FERRER
Luego de casi un mes de iniciados los combates, en verdad la cosa está muy clara. No se trata de una guerra entre Ucrania y Rusia, sino de una guerra entre Rusia y Estados Unidos. Un conflicto semejante al de Vietnam. No luchaba Vietnam del Sur contra Vietnam del Norte, sino este último contra EU. Como ahora en Ucrania, Washington sólo proveía las armas, el dinero y las directrices para la guerra.
La diferencia entre los casos de Ucrania y Vietnam radica en que en el sudeste asiático EU si se involucró con tropas, mientras ahora en Ucrania Washington se niega a dar este paso. Y que como en Libia y Siria se vale de ejércitos de mercenarios.
Pero como quedó demostrado en Siria, un ejército de mercenarios bien proveído de recursos es capaz de hacer mucho daño. Pero no puede enfrentar victoriosamente a un ejército regular. Los mercenarios no son guerrilleros, patriotas o revolucionarios.
Así las cosas, es claro de qué lado se inclinará la balanza de la guerra en Ucrania. Y ya se está viendo. Buena parte del territorio ucranio está ocupado por el ejército ruso. Son ya más de tres millones de ucranianos desplazados que han huido a los países vecinos. La infraestructura militar del oriente de este país se encuentra seriamente dañada o francamente destruida.
Y la Casa Blanca ni siquiera ha logrado establecer la tristemente celebre “zona de exclusión aérea”, factor esencial para obtener ventajas en el desarrollo y resultados de la guerra. Como consecuencia de todo esto, la pandilla nazi que despacha en Kiev ya renunció públicamente a incorporarse a la OTAN, perversa pretensión que desató la guerra.
Para el gobierno nazi de Ucrania no hay más alternativa que iniciar negociaciones de paz con Rusia. Pero para lograr la paz no basta la voluntad de Kiev. Es necesaria la de Washington. Y esto, en el corto plazo, no parece probable.
Mientras tanto, es obvio que, como se dice popularmente, en Ucrania a Washington el tiro le salió por la culata. Pretendía cercar militarmente a Rusia y sólo consiguió fortalecer el cinturón de seguridad territorial y militar de Moscú.
Y, finalmente, las fallidas sanciones económicas de Washington contra Rusia no han podido ni pueden inclinar la balanza en favor de EU. Y es visible la misma ineficacia de la feroz campaña mundial de satanización contra Putin.