Miguel Ángel Ferrer
Indudablemente la dirigencia sandinista cometió un grave error al decretar una reducción del cinco por ciento en las pensiones de los jubilados. Y aunque la impopular medida fue casi de inmediato derogada, Estados Unidos y la antigua derecha somocista y chamorrista, enemigos históricos del sandinismo, aprovecharon el yerro para desatar la violencia y demandar la abdicación del gobierno sandinista.
Pero no se ve que esas fuerzas antisandinistas tengan el poder suficiente para lograr su cometido. Pueden, como en Venezuela hace poco y como en Chile en 1973, generar desabasto y medio paralizar al país. Y pueden asimismo poner mediáticamente al gobierno sandinista contra las cuerdas. Pero ir más adelante exigiría contar con las fuerzas armadas y ejecutar así un golpe de Estado.
La estrategia somocista-chamorrista está clara: crear mediante la violencia callejera unas condiciones de aparente ingobernabilidad política y hasta de caos social que justifiquen el golpe militar o, más allá, una intervención militar extranjera bajo el mando de Washington y aderezada con la etiqueta humanitaria.
Los estrategos yanquis, somocistas y chamorristas tienen también considerado un tercer posible escenario: desatar la guerra civil. Una estrategia parecida a la de la España de 1936-1939. Pero como en el caso del golpe de Estado, necesitan tener con ellos al menos a una parte de las fuerzas armadas. Y por ahora no se observan en el horizonte señales en ese sentido.
También hasta el momento, el gobierno sandinista no ha dado señales de estar dispuesto a la abdicación. Más bien hay signos de que está dispuesto y se apresta a dar la pelea contra Estados Unidos, somocistas y chamorristas. Y contra una intelectualidad que ayer fue sandinista, pero que ya hace mucho tiempo se pasó al más descarado antisandinismo y, por más señas, también al antichavismo.
Frente a situaciones como la presente las lecciones de la historia son muy claras. Contra el imperialismo, decía el Che, no se puede ceder ni tantito así. La resistencia es el camino. Fidel y Raúl y Hugo Chávez y Maduro son los ejemplos más claros. A los que se acobardan y deciden transar, derecha e imperialismo los arrollan.
En la técnica del golpe suave, del bien conocido Gene Sharp, está considerado como elemento fundamental del éxito el acobardamiento del gobierno puesto en la picota. Y si no se cuenta con ese factor decisivo el golpe blando no funciona.
De modo que el sandinismo no tiene alternativa: o se defiende o lo arrollan para dar paso a un nuevo gobierno conducido por somocistas, chamorristas y ex sandinistas pasados a las huestes materiales e intelectuales del imperialismo, como algunos escritores de éxito fabricado en las metrópolis y en la prensa colonial.
Por eso, frente a la actual coyuntura nicaragüense, no es tan difícil orientarse: con el sandinismo o con Estados Unidos; con el sandinismo o con somocistas y chamorristas; con el sandinismo o con la intelectualidad renegada de su pasado heroico y hoy muy bien acomodada.
Más allá de los errores cometidos como gobierno, la disyuntiva es clara: con Donald Trump y Gene Sharp o con los sandinistas. Con el futuro, siempre incierto, o con el bien conocido pasado somocista-chamorrista dependiente de Estados Unidos.