MIGUEL ÁNGEL FERRER
La única opción que le queda a Estados Unidos para liquidar a la Revolución Cubana es la misma que ya ensayó, y fracasó, hace 60 años: la invasión militar. Pero ahora, como entonces, es necesario crear ciertas condiciones internas que posibiliten un determinado nivel de descontento social contra el gobierno de la isla.
Ese es el objetivo del bloqueo económico, comercial y financiero que Washington aplica, también desde hace seis decenios, contra Cuba: infligir enormes sufrimientos a la población con el fin de poner al pueblo cubano contra su propio gobierno.
Pero hasta ahora ese propósito no ha sido cumplido. A pesar del constante apretón del bloqueo, desde Eisenhower hasta Biden. Ha habido ocasiones en que parece próxima la meta, como en los recientes disturbios en San Antonio de los Baños y unas cuantas pequeñas localidades más. Sólo que la mecha no prendió y nuevamente el gozo se fue al pozo.
Tan pensaban que estaban cerca de la meta que ya tenían preparada la coartada del auxilio y la intervención humanitarios que dieran paso al desembarco de las tropas yanquis y a la ocupación militar de la isla.
Con abundantes mentiras en los medios de comunicación convencionales y en las redes sociales, ya se había preparado a la opinión pública para mirar con buenos ojos la cruzada humanitaria, junto con la cual vendrían los marines y sus fusiles y tanques.
Sólo que estos pasos previos no cuajaron. Y sin ellos la invasión militar no es posible, porque el éxito de ésta depende de la permanencia del artificial clima de agitación social y popular por un tiempo más o menos largo. Al menos unas semanas. Sin éste clima pierden base tanto el pretexto como la intervención militar humanitarios.
Mientras tanto, el gobierno del presidente Miguel Díaz-Canel está reorganizando la economía del país para enfrentar la nueva situación creada por el inesperado rapto de locura de Joseph Biden.
Y también, desde luego, está tomando medidas políticas para evitar, con el auxilio del pueblo organizado, la reedición de nuevos intentos desestabilizadores made in USA. Sin descontar, por supuesto, el reforzamiento de la defensa militar ante la eventualidad de que aún sin la base social que pudieran proveer los disturbios Biden se decida por la intervención armada.
Los acontecimientos de los últimos días han dejado una gran lección: resistir el feroz bloqueo no quita reforzar la defensa. Una cosa y la otra, como destacaba Fidel.