MIGUEL ÁNGEL FERRER
Como es público y notorio, ninguna de las medidas de carácter económico puestas en práctica por el gobierno del Presidente López Obrador ha sido del agrado de la derecha. O del conservadurismo, como él prefiere decir. Pero no todas ellas han generado el mismo nivel de rechazo de los conservadores.
Eso de la pensión universal para los ancianos no les gusta pero pueden tolerarlo. Igual pasa con las becas a los estudiantes en todos los niveles educativos. Y lo mismo acontece con otros mecanismos redistributivos de la riqueza nacional.
Pero lo que saca de quicio al conservadurismo es la cruzada obradorista en pro de la propiedad nacional de los grandes medios de producción. Como es el caso de las empresas productoras de petróleo y electricidad.
El conservadorismo sabe bien que en la propiedad nacional de esos grandes medios de producción radica la fuerza del Estado. Y por eso mismo la derecha ha puesto el grito en el cielo por el rescate y fortalecimiento de Petróleos Mexicanos (PEMEX) y de la Comisión Federal de Electricidad (CFE).
Aquí está la razón de los desaforados ataques del conservadurismo a la adquisición por cuenta de PEMEX de la refinería Dear Park en Houston, Estados Unidos. Y por eso también la oposición de la derecha a la construcción de la nueva refinería de Dos Bocas en Tabasco. Y a la reconstrucción y modernización del resto de la refinería nacionales.
Estos hechos disgustan al conservadorismo por partida doble. Primero porque implican el fortalecimiento del Estado. Y en segundo término porque el capital pierde esos muy rentables negocios que habían puesto en sus manos los gobiernos neoliberales.
La lección es diáfana: el fondo de la actual lucha ideológica y política entre conservadurismo y obradorismo se da en la arena de la propiedad de los grandes medios de producción. Propiedad pública o propiedad privada.
Ambos antagonistas lo tienen claro. La médula del asunto, la raíz del conflicto radica en esa dicotomía: propiedad pública o propiedad privada de los grandes medios de producción.
La posibilidad real de revertir los estragos del neoliberalismo está en poner de revés la fórmula neoliberal: cero privatizaciones y rescate y crecimiento de la propiedad pública.
En lograr esa meta está empeñado el obradorismo. Y a tratar de impedirlo se encuentra dedicada la derecha. Dicho en términos clásicos podría plantearse el asunto de este modo: Estado depredador o Estado de Bienestar. Y para el pueblo la elección es muy sencilla.