ECONOMÍA Y POLÍTICA: Contra el golpismo, una montaña de votos

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MIGUEL ÁNGEL FERRER
Se sabía bien y desde hacía meses que el domingo 2 de junio Claudia Sheinbaum Pardo sería elegida Presidenta de la República. Así lo consignaban todos los datos, estudios e indicios disponibles. Y, además, esta percepción era concordante con los resultados de la elección presidencial de 2018.
En ese año, el PRI obtuvo 7 millones de votos, el PAN 9 millones, y Morena más de 30 millones de sufragios. Sumados, los votos de la derecha fueron 16 millones, la mitad de los logrados por López Obrador.
Desde entonces y año con año esa proporción de 2 a 1 se mantuvo hasta ahora. Si esta tendencia se ha sostenido a lo largo de seis años, ¿por qué habría de variar es los comicios del dos de junio? Y máxime si las encuestas de los últimos días revelaban que aquella tendencia se mantenía firme e invariable.
Pero había otros datos. De 2018 para acá el desprestigio de los partidos de la derecha ha crecido exponencialmente, en tanto que la inmensa obra de gobierno del obradorismo ha confirmado que la determinación popular de sacudirse la dictadura prianista fue una decisión sabia que ameritaba ser repetida.
En los comicios generales del pasado domingo, la disputa real entre la derecha pripanista y el obradorismo se dió por la composición del Congreso. Morena aspiraba a lograr la mayoría calificada, es decir, dos tercios o más del total de diputados y senadores, lo que le permitiría reformar la Constitución y gobernar ya sin obstáculos en favor del pueblo.
Por esta razón la derecha pripanista tenía como propósito central impedir que Morena obtuviera la mayoría calificada. ¿Podía lograrlo? Era posible, porque el voto duro pripanista es de varios millones. Sin embargo, que fuera posible no significaba que fuese probable. En todo caso, en este asunto la moneda estaba en el aire.
Una victoria arrasadora de Claudia Sheinbaum mataría de plano las esperanzas pripanistas de impedir que Morena consiguiera la mayoría calificada. Y, como es lógico, ese triunfo arrasador también le cortaría las alas al avieso plan derechista de invocar una corta diferencia en votos entre Sheinbaum y la abanderada del Prián para demandar judicialmente la anulación de las elecciones.
El asunto estaba claro. El pueblo debía sepultar bajo una montaña de votos los planes de la derecha de regresar al poder por la vía judicial, es decir, por la vía de un golpe de Estado con disfraz de legalidad. Y así fue. Una montaña de 36 millones de votos.

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