jueves, abril 18, 2024

ECONOMÍA Y POLÍTICA: Venezuela y el factor decisivo

MIGUEL ÁNGEL FERRER
La revolución bolivariana o chavista ha estado bajo acoso desde su nacimiento, hace ya casi 20 años. Y a lo largo de esos dos decenios ha enfrentado y resistido todos los embates: intentos de magnicidio, satanización extrema, aquel paro petrolero que desquicio su economía, el golpe de Estado que frustró la movilización popular, la programada y continua desestabilización política promovida por la derecha criolla y por Estados Unidos, la organizada y financiada violencia callejera y las amenazas de intervención militar extranjera.
Pero salvo por unas cuantas horas de éxito del fallido golpe de Estado, nada puso en verdadero peligro al régimen bolivariano. Nada, excepto un factor que a lo largo de esas dos décadas fue apareciendo en el horizonte: la relativa pero constante y creciente pérdida de apoyo electoral. No, ciertamente, de apoyo popular, sino del apoyo popular expresado en las urnas.
El propio Hugo Chávez perdió en 2007 aquel famoso referéndum en el cual el comandante proponía una serie de reformas constitucionales que iban en el sentido de profundizar el proceso revolucionario. Eso fue, digamos, un anuncio de la erosión del apoyo electoral del chavismo y de su máximo dirigente.
Un decenio más tarde vino la segunda derrota electoral significativa en términos políticos. La oposición de derecha, siempre con el respaldo de EU, logró dominar la Asamblea Legislativa. Esta nueva situación, ciertamente, fue producto directo de las antedichas campañas de desestabilización por cuenta de la derecha y de EU. El claro y explícito propósito de éstas era erosionar el respaldo electoral al chavismo. Y una vez logrado el dominio de la Asamblea Legislativa se echó a andar un reforzado intento desestabilizador contra la revolución bolivariana: la nueva y reforzada satanización, el reforzado boicot económico, las reforzadas amenazas de intervención militar extranjera, la reforzada campaña mediática, nacional, continental y mundial, contra el gobierno bolivariano y el reforzado acoso de la putrefacta Organización de Estados Americanos (OEA), el nunca mejor nombrado Ministerio de las Colonias.
Esta situación de gran peligro condujo a Nicolás Maduro y al gobierno chavista a buscar y reencontrar el apoyo popular que se expresa en las urnas. Y se convocó al pueblo a validar electoralmente, como fue, la erección de una Asamblea Nacional Constituyente de carácter soberano y por encima de los tres poderes clásicos.
Un poco después vinieron los triunfos del chavismo en las elecciones de gobernadores y de alcaldes. De modo que la lección es clara. La revolución bolivariana sólo puede sostenerse y sobrevivir si es capaz de conservar y acrecentar su respaldo electoral. La experiencia enseña que descuidar éste, que es el factor decisivo, puede significar el fin del chavismo. Y que mientras éste mantenga de su lado al pueblo en las urnas, los riesgos de colapso del proceso revolucionario, siempre presentes, serán menores y finalmente vencibles.
Por lo pronto no se observan en el horizonte aprestos de un nuevo intento de golpe de Estado. Tampoco se ven en la presidencia de Donald Trump los afanes de intervención militar tan presentes y explícitos durante los mandatos de George H. Bush y Barack Obama.
Y fracasados los intentos de reproducir una primavera árabe made in USA en Venezuela, también se puede constatar que poco a poco van perdiendo fuerza los programas de desestabilización económica. Así que, parafraseando al clásico, podría decirse: el chavismo vive pero la lucha sigue.

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