Patricia Retana
CHALCO, ESTADO DE MÉXICO.- En Chalco, Estado de México, la madrugada se convirtió en rafagas. Eran las 4:30 a.m. cuando hombres armados en motocicleta irrumpieron frente a una vivienda en la colonia San Pablo Atlazalpan. Dentro, Dulce, de apenas 12 años, dormía con sus abuelos. Su hogar recibió por lo menos 28 disparos, algunos de ellos le arrancaron su vida.
Los sicarios no tocaron la puerta. No buscaron a un hombre armado, ni a un criminal peligroso, las balas atravesaron láminas, paredes y carne infantil. Impactos en pecho, piernas y cabeza confirmaron lo que los paramédicos ya no podían revertir. La Fiscalía mexiquense abrió una carpeta por feminicidio, pero no hay detenidos.
Aunque los primeros reportes de vecinos presumen que el ataque era por una deuda, esta mañana, el secretario de Seguridad federal, Omar García Harfuch, afirmó que el objetivo era la pareja de la madre, vinculada al narcomenudeo. El hombre huyó; pero Dulce no tuvo esa opción. La escena fue asegurada por peritos, el cuerpo trasladado al Semefo y las cámaras de seguridad comenzaron a revisarse.
La calle Reforma quedó marcada por casquillos y cintas amarillas, este crimen es el retrato de un país que deja a su niñez bajo fuego. Días antes, Fernando, de 5 años, fue asesinado en Los Reyes La Paz por una deuda de mil pesos.
Cada ejecución infantil es una fractura moral que el Estado no repara. Cuando un sicario apunta contra una niña que duerme, es la impunidad lo que lo permite.
AM.MX/fm