viernes, abril 19, 2024

Dos mujeres rusas entregadas a la Revolución

Luis Alberto García / Moscú, Rusia

* Catherine y Vera. radicales que le dedicaron su vida.
* Atentados contra Alejandro II y Dimitri Trépov.
* A luchar contra los zares y sus gobiernos opresores.
* Sus acciones y el destino que les deparaba el futuro.
* Una murió en 1934, la otra en 1919, en la guerra civil.
* “La camarada Breshkovski merece un monumento”.
Quienes han estudiado la historia de Rusia desde sus orígenes, y especialmente los acontecimientos del siglo XIX y XX, suelen ser escépticos cuando abordan el tema del desempeño de las mujeres y hacerse numerosas preguntas acerca de ellas.
¿Una mujer intentando asesinar al emperador? ¿Una joven estudiante organizando grupos promotores de la revolución? ¿Pasar muchos años en las cárceles de Siberia? Politólogos e analistas coinciden en que nada fue difícil para ellas, las revolucionarias que dedicaron su vida a derrocar al zarismo.
Fue el caso de Catherine Breshkovski, y habría que imaginar a una hermosa y educada abuela (bábushka en ruso) de noventa años de edad que tiene la apariencia de regalar pastelillos y dulces antes de morir, y a eso hay que añadir otros detalles insólitos, increíbles.
Como la creación de un partido socialista ilegal, conspirar para realizar atentados con bomba o pistola en mano y el hecho de pasar un tercio de su vida en prisión y en el exilio: así actuó Catherine Breshkovski, también conocida por su apodo de “abuela de la Revolución rusa”.
Aunque nació en 1844 en el seno de una familia de la nobleza zarista, Catherine Breshkovski quería liberar al campesinado ruso del régimen opresivo de servidumbre, el sistema social creado por las autocracias oligárquicas del pasado.
Se dedicó a difundir y propagar la revolución entre los campesinos a partir de los treinta años de edad; sin embargo, sus esfuerzos fracasaron cuando los trabajadores del campo, que por ignorancia y sometimiento no querían rebelarse, la delataron ante las autoridades.
Después de cinco años en prisión por órdenes del zar Alejandro III, Catherine fundó el Partido Socialista Revolucionario y comenzó a planear y realizar ataques armados contra funcionarios del gobierno.
Breshkovski fue finalmente apresada y pasó diez años en el exilio interno en Siberia, entre 1907 y 1917, y no salió en libertad hasta que tuvo lugar y culminó la Revolución de 1917; sin embargo, la bábushka no toleraba a los bolcheviques, por lo que se vio obligada a emigrar meses después de que ellos tomaran el poder, cuando la guerra civil se declaró entre blancos y rojos.
Le tocó ser testigo del duelo que guardó la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS) por Lenin; de la fundación del país, que adquirió ese nombre y condición en 1922; del ascenso de Iósif Visariónovich Dzhugasvili –Stalin- al poder absoluto; y de los preparativos de la gran purga y los juicios de Moscú, antes de morir en santa paz en 1934.
“La camarada Breshkovski merece un monumento”, decía una manta que llevaba una de las integrantes de las numerosas marchas de mujeres a las que apoyó, como lo hizo en los momentos más difíciles de la Revolución.
En 1877, el gobernador y jefe de la policía de San Petersburgo, el general Dimitri Trépov, obediente a los mandatos que decretaba Alejandro II desde el trono del águila bicéfala, ordenó la flagelación de un detenido político, castigo ilegal en la Rusia autocrática del zarismo del último cuarto del siglo XIX.
Nadie –solamente Dios, según la creencia de la dinastía Romanov que gobernaba Rusia desde 1613- podía desobedecer al monarca que había sido coronado en 1855, quien sería asesinado en 1881 al pasar su carruaje por el malecón del canal Ekaterinskii de San Petersburgo, capital del imperio desde que la fundara Pedro I en 1703.
Pronto se organizaron manifestaciones contra Trépov, puesto que entonces los medios de protesta eran directos, hasta que una joven rubia y valiente, Vera Zassúlitch –nacida en esa capital en 1851- fue hasta la residencia de Trépov, entró por una ventana, lo encontró en su despacho y le disparó dos veces.
Vera adquirió fama por haber actuado con ese valor y ser la primera mujer que se atrevió a cometer el primer atentado de la organización política Voluntad del Pueblo (Naródnaia Volia en ruso) -que había mantenido diferencias serias con los bolcheviques-, a la que Jacques Baynac se refiere con detalle en su obra Los socialistas revolucionarios.
Dimitri Trépov -general sin batallas, represor consumado- sobrevivió al intento de asesinato y, como era sumamente impopular, el jurado exculpó a Vera Zassúlitch su agresora; sin embargo, tuvo que abandonar Rusia, pero el gobierno del zar, conmocionado por la decisión judicial, quiso volver a detenerla como represalia.
Después de su actuación el 9 de enero de 1905, el “Domingo Sangriento” en el que murieron cientos de manifestantes frente al palacio imperial, asesinados a tiros y a bayonetazos por sus tropas, días después Trépov persuadió a Nicolás II de reunirse con representantes “sensatos”; pero estos habían sido elegidos por el gobernador capitalino, sin que el diálogo fuese exitoso, sino al contrario.
Cuando Vera decidió irse a vivir al extranjero, se convirtió en una de las primeras marxistas rusas, escribiendo artículos e inspirando al pueblo a levantarse en armas contra sus opresores, como iba a ocurrir en la primera revolución de 1905 y en la segunda y definitiva de 1917, en la que esta heroína participaría, para morir en 1919, en uno de los frentes abiertos durante la guerra civil.

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