Roberto Fuentes Vivar
Tras la pandemia ¿Volveré a abrazar?
BrandZ, Alibaba, empresas, empleo, turismo
Lo primero que recibí al nacer fue un abrazo.
Quizá no fue un abrazo cariñoso, sino uno más bien obligatorio, por parte de la enfermera que me arropó, que me envolvió como tamal para entregarme a mi madre ya en calidad de algo así como un renacuajo con los ojos hinchados.
El segundo sí fue uno de los mejores abrazos de mi vida. El de mi madre. Creo que esa presión que ejerció sobre mi cuerpo con sus dos cálidos brazos, me dio la energía suficiente para los primeros días en mundo nuevo, sin la humedad en la que había estado sumergido durante nueve meses.
De hecho, estoy seguro de que la primera semana de vida estuvo plena de abrazos. Mi padre, mis abuelos, mis tíos y algunos amigos de la familia me acurrucaron por momentos y prácticamente la pasé de abrazo en abrazo.
Desde luego que yo no podía corresponderles a quienes me abrazaban, porque mis dos incipientes brazos estaban atrapados por una franela, aunque de repente me destapaban y comencé a sentir la libertad de movimiento en esas extremidades que tal vez parecían serpientes amotinadas.
Seguramente mis hermanos, cuando me abrazaron lo hicieron con cierto temor para no apretar mucho a la especie de ajolote que cargaban. Sin embargo, creo haber sentido el afecto que me manifestaron a través de sus brazos y quizá hasta de algún beso en mi sebosa cara.
Sé, porque así me lo contaron mi padre, mi madre y mis hermanos, que el primer abrazo de alguien similar a mí, fue el de la hija de una vecina a la que mi mamá aceptó dar de mamar, porque su progenitora no podía hacerlo. Así que tuve que compartir la leche materna con una renacuaja, a quien probablemente no habría querido abrazar por estarme quitando todos los días la exclusividad de la leche materna que estaba destinada solo para mí. En fin, no se sí realmente ella, la extranjera inquilina de los senos maternos, me abrazó. Tal vez sí, porque mi madre le devolvía la vida cada vez que succionaba lo que deberían haber sido mis primeras propiedades.
Ya más tarde, cuando dejé atrás mi fisionomía de ajolote o de tamal, mis regordetes brazos comenzaron a sentir la felicidad de abrazar. Seguramente lo hice con mi madre, mi padre y mis hermanos.
No lo sé de cierto (como diría Jaime Sabines) pero estoy seguro de que los primeros abrazos, todavía con cierta inconsciencia preinfantil, fueron a mis cuidadoras y compañeros de guardería y mis hermanos y primos. Seguramente a algunos los abracé más de una vez o ellos lo hicieron conmigo. Eso lo supongo como Sabines suponía que una mujer y un hombre un día se quieren.
De esa época guardo el recuerdo de algunas fotos de abrazos. Con mis abuelos paternos, con mi madre, con mi padre, con mis tíos y una muy especial en la que estamos abrazados mi prima Bety y yo. Quizá la que resguarde con mayor ahínco es una en la que me abraza mi hermana mayor, Lidia. Lamentablemente, también de esos ayeres tengo una foto (¡Guácala!) en la que (como si fuera el abrazo de Acatempan entre Agustín de Iturbide y Vicente Guerrero), me abraza una señora que había sido la novia de mi papá antes de que se casara con mi mamá.
Dicen mis hermanas que un personaje digno de mis abrazos de mi época de kínder fue una maestra que sobresalía por su hermosura. Seguramente la abracé muchas veces y gracias a ella me enamoré de la belleza.
Ya en primaria, posiblemente abracé a algunos compañeros de escuela, como parte de la identidad masculina de los niños que refuerzan a través de una cercanía física su identidad de género. Así recuerdo una foto en la que me abraza mi primo Gerardo, en una actitud fraternal.
Creo que fue en sexto de primaria cuando descubrí que los abrazos podían tener otra connotación, al sentir sobre mí cómo le habían crecido los pechos a una compañera y experimentar un cosquilleo en la entrepierna. La sentí solo por un instante y definitivamente no supe que le había pasado a mi cuerpo, pero me gustó.
En secundaria comencé a vivir con mayor intensidad y frecuencia esa sensación. Desde entonces, descubrí que los abrazos con el sexo opuesto (no siempre, lo aclaro) tienen una respuesta en mi virilidad que aún hoy a veces me sorprende.
También en la secundaria descubrí otro tipo de abrazos: el de la supervivencia, cuando mi hermana Victoria y yo nos estampamos (en esa Renault 4-L que amé como mi primer auto) en un árbol. ¡Qué abrazo aquel cuando los dos nos descubrimos ilesos! Fue el abrazo más largo que había vivido hasta el momento.
Otro abrazo que conocí (por lo menos de manera consciente) fue el del abandono, pues estaba yo en la secundaria cuando mis cuatro hermanos se casaron y abandonaron la casa. Fue el primero el de mi hermana Estela. Digo que ese abrazo de abandono lo conocí de manera consciente, porque no recuerdo exactamente si hubo o no abrazo conmigo el día que mi papá dejó la casa.
En la preparatoria comencé a distinguir concreta y (creo que) correctamente los abrazos de mis compañeros, hombres y mujeres con sentido de compañerismo y los abrazos con contenido sexual implícito. Por eso recuerdo que el abrazo matutino de Salvador, Rodolfo, Rafael o Mercedes, en el contexto de una amistad naciente, me ayudaba a enfrentar el día en un ambiente que para mí tenía mucho de desconocido e incierto.
Pero también en ese tiempo, comprendí que no es lo mismo abrazar que ser abrazado. Abracé en la prepa a mis compañeros y ellos lo hicieron conmigo. Pero también, en la secundaria y la prepa, abracé y sé que muchas veces no me abrazaron. Por lo menos en el sentido de los abrazos con carga erótica. Recuerdo haber sentido en mi cuerpo los senos de amigas, sobre todo aquellas que en plena época del hippismo usaban esas playeras de algodón sin nada abajo, a las que rodeaba con los brazos y sentía en la entrepierna esa especie de escozor, aunque ellas no sintieran absolutamente nada. ¿Cuántas veces confundí sus abrazos? ¿Habrá alguna que sintió lo mismo que yo? No lo sé. De lo que sí estoy seguro es que alguna sintió un abrazo sexual, cuando de mi parte solo había un abrazo amistoso.
Todavía en la prepa (aquella enorme Facultad de Mixcoac) encontré el abrazo del miedo, cuando el Vampiro y yo nos quedamos un rato abrazados después del 10 de junio de 1971. Nos habíamos visto cerca de la normal y luego nos encontramos en los pasillos de la Prepa, exactamente frente a la señora que vendía cigarros sueltos. Él temblaba porque su hermano no aparecía.
Cuando estuve en la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM los abrazos se reprodujeron como criaderos de ajolotes. Nos abrazábamos y nos besábamos por cualquier motivo. Y sí, en ese momento, los abrazos de las compañeras casi siempre motivaban mi entrepierna por su desnudez adivinada y su carencia absoluta de complejos.
Fue ahí y en mis clases de la escuela Carlos Septién García, cuando encontré que había otra clase de abrazos. Los de admiración. Abracé así a Juan José Arreola, a Ricardo Guerra, a la maestra Castellanos, a Tito Monterroso, al maestro Alejandro Avilés, al maestro Buendía, a Granados Chapa.
Ahí, en la licenciatura, aprendí a recibir los abrazos solidarios por la muerte de mi hermano y de mi padre. Qué sensación enorme sentir en mi espalda la caricia vertical (o hasta los pequeños golpes) de un amigo o amiga que me daban el pésame.
Ya como periodista, comencé a disfrutar de los abrazos de agradecimiento que (daba o me daban) sentí con todas las partes de mi cuerpo (me atrevo a decir que hasta con la punta del pie) con motivo de algún mérito periodístico o literario.
También ya en la vida profesional recibí por primera el abrazo de mi esposa (esa conjunción de ser dos fundidos en un solo ser de cuatro brazos) que, curiosamente, tenían (y tienen) la virtud de unir todos los tipos de abrazos, de acuerdo con el momento.
Desde hace varios años, los abrazos han sido parte de mi vida cotidiana. Abrazo a mis compañeros cuando nos despedimos de una gran comilona. Abrazo a mis vecinos cuando me da gusto verlos tras alguna ausencia esporádica. Abrazo a mis amigos cuando tengo la oportunidad de verlos. Abrazo a mis primos cada año cuando nos reunimos y su cuerpo me hace tener sentido de pertenencia con la vida.
Hasta antes de la pandemia, hubo muchos abrazos solidarios. Soy, lo sé de cierto, eso sí, una persona de pocas palabras, pero en cada abrazo de admiración, de respeto, de amistad o de condolencias, les externo (a mis interlocutores abrazados) en cada abrazo un pedazo de mí mismo.
Hay muchos abrazos que recuerdo.
El último de mi madre, en el hospital, horas antes de que abandonara esta tierra y platicáramos sobre el libro que leía.
El último abrazo de mi hermano Roque, cuando nos despedimos en su casa de Martínez de la Torre, antes de aquel fatídico accidente que le costó la vida.
El abrazo final de mi hermana Victoria, con su rostro cansado, y encanecidos sus cabellos por esa cruel enfermedad que la acabó injusta e inmerecidamente.
El último, también, de mi padre, una noche antes de que se lo llevara la madrugada de un día que era mi cumpleaños.
El gran abrazo que nos dimos el maestro Alejandro Avilés y yo, cuando recibió el premio nacional de Periodismo y, curiosamente, también era mi cumpleaños.
El abrazo de Juan de la Cabada cuando le mostré los libros de su autoría que me tocó apadrinar.
El gran abrazo que nos dimos Julio Scherer y yo el día en que el traidor de su sucesor fue sacado de la cooperativa de Excélsior y del cual escribí una columna en su momento.
Los abrazos de Carlos Payán y Carmen Lira cuando abandoné mi segunda casa, La Jornada.
El abrazo de García Márquez aquella noche en el Margo, cuando las palabras fueron humo.
El que me dio Juan José Arreola, cuando leyó uno de mis poemas y me hizo acercarme a su mesa del salón cinco.
El de Edmundo Valadés, cuando me entregó un reconocimiento por un cuento del cual ya ni me acuerdo.
El del maestro Juan Rulfo en su penúltimo cumpleaños.
El de Vicente Leñero cuando nos reencontramos en la entrega de su reconocimiento por parte de la Carlos Septién.
El del maestro Manuel Buendía en aquella noche en que platicamos sobre los estragos del Instituto Lingüístico de Verano en nuestro país.
Hay tantos abrazos que recuerdo que me duelen los pulmones de sentir las palmadas en mi espalda y se me ponen rojas las palmas de las dos manos por acariciar sus espaldas.
Hay tantos abrazos que tengo por dar cuando termine el encierro: a mi esposa cuando termine este confinamiento y podamos estar fuera de este claustro, en el que a veces nos surge la necesidad de un espontaneo abrazo; pero sí me urge un abrazo a mi hijo quien está en tierras lejanas, a mis dos hermanas, a mis sobrinos, a mis primos (si alguna vez podemos estar otra vez en La Providencia), a mis cuñadas, a mis amigos que les debo un pésame, a mis compañeros de trabajo que extraño, a mis alumnos, si alguna vez vuelvo a tenerlos. A muchos les debo un abrazo.
Lo que duele en las puntas de mis dedos cuando escribo es que no se si algún día vuelva a abrazar, así genéricamente, porque esta pandemia me tiene encerrado, cruzado de brazos, cuando mis extremidades quieren abrirse para después cerrarse en un cuerpo filial dentro de un momento hermético.
¿Volverá a abrazar alguna vez? Por favor, pandemia, no te lleves los abrazos del futuro.
Tianguis
A pesar de la pandemia, las marcas siguen creciendo y alcanzaron un valor de cinco billones de dólares, al aumentar su valor 5.9 por ciento en plena época de confinamiento global, de acuerdo con el ranking 2020 de BrandZ Top 100 Global. En el estudio se indica que las marcas que más han incrementado su valor son las de consumo directo (retail, como le llaman en inglés) que avanzaron 21 por ciento para llegar a 870 mil 729 millones de dólares. Amazon encabeza el listado con un incremento de 32 por ciento. Cabe señalar que este año el valor de esa marca ha aumentado en 100 mil millones de dólares. Desde luego las marcas tecnológicas se encuentran también en los primeros lugares. Otra de las ganadoras es Apple que avanzó 14 por ciento, y Microsoft ganó 30 por ciento. Dentro de las que más han subido se encuentra Alibaba, con un avance de 16 por ciento… Por cierto que Alibaba Group presentó, vía remota su aceleradora de negocios inteligentes: Atomic 88, que permitirá el desarrollo de tecnología digital incluyente. En el evento virtual estuvo Raúl Beyruti Sánchez, presidente de GINgroup, quien dijo la transformación digital es un reto y responsabilidad de las empresas, y México representa una oportunidad de hacer negocios, pues en los próximos años quien no se digitalice, perderá parte del mercado local, regional y mundial. Andrés Díaz Bedolla, socio estratégico para el Comercio Electrónico Global de Grupo Alibaba en México, presentó el objetivo de la aceleradora. Otros ponentes fueron Zhang Yu, Vicepresidente de Grupo Alibaba y Zhou Yong, Secretario General de Alibaba Business School, además de Marcelo Ebrard, secretario de Relaciones Exteriores… Por cierto que, de acuerdo con la Encuesta Nacional de Inclusión Financiera, todavía el 90 por ciento de los pagos en comercios de menos de 500 pesos en México, se hacen en efectivo. Por eso, Pagofácil, aumentará su presencia en el mercado, invirtiendo agresivamente en nueva tecnología, seguridad, difusión, posicionamiento de marca y en capital humano para poder robustecer su servicio de calidad. Esta empresa agregadora de pagos cuenta con opciones en una sola plataforma como pagos online, vía mail y en efectivo, en más de 24 mil puntos de venta… Hablando de empresas tecnológicas, Ana Arias se sumó a las filas de Oracle de México como directora de Comunicación y Relaciones Públicas para reforzar las estrategias de la compañía… Pasando a otros temas, mientras que el presidente Andrés Manuel López Obrador aceptó mediar entre el empresario Germán Larrea y el dirigente sindical Napoleón Gómez Urrutia en el caso de una mina en Taxco que lleva 13 años en huelga, Francisco Quiroga, subsecretario de Minería de la Secretaría de Economía, criticó a los grupos que convirtieron a la industria de la extorsión en todo un cáncer económico y social que afecta a empresas. En un evento virtual con empresarios de la Cámara Minera de, el funcionario planteó que hay grupos que interrumpen la operación de las minas sin un legítimo interés jurídico… Parece ser que la recuperación en el mercado laboral ya comienza, de acuerdo con la Encuesta Telefónica de Ocupación y Empleo (ETOE), pues la tasa de participación en junio incrementó en 5.7 puntos porcentuales con respecto a mayo. La cifra es baja al compararse con el año pasado. Para la firma TallentiaMX, que dirige Elías Micha, estamos sumidos en una profunda crisis laboral… La Encuesta “Empresas mexicanas ante el COVID-19”, realizada por el IPADE Business School, de Rafael Gómez Nava, a más de 1700 de sus egresados, entre ellos, alrededor de 600 directores generales, 500 accionistas y 350 directores de empresas de todos los tamaños e industrias, señala que para 70.7 por ciento la pandemia tendrá un impacto negativo en su perspectiva de ventas. Sin embargo, los empresarios se alistan a nuevos visos, pues alrededor de la mitad considera el lanzamiento de nuevos productos o servicios. Cabe destacar que solo 37 por ciento de los consultados prevé la reducción de personal o la reducción salarial (35 por ciento) como parte de sus medidas... Otro tema crucial para la economía es que INEGI presentó los resultados de las Encuestas de Viajeros Internacionales (EVI), en las que se señala que el ingreso de divisas referente al gasto total de los visitantes internacionales reportó un monto de 231.5 millones de dólares, lo que significó una caída de 88.3 por ciento. El gasto medio realizado por los turistas que ingresaron vía aérea fue de 758.34 dólares, con un decremento de 16.9 por ciento respecto al sexto mes de 2019…. El equipo de Hospitality para México y América Latina de Newmark Knight Frank, conformado por Pedro Delgado, Juan Antonio Martínez y César Castro señaló que el turismo en México presenta nuevas oportunidades y externó que “a partir de ahora, las estructuras de consumo estarán basadas en más vacaciones de menor duración, donde se pueda aprovechar la oferta para el turismo carretero, generando una gran oportunidad de ocio en destinos no tradicionales y donde existan opciones para actividades en contacto con la naturaleza”.