Por Lahcen Haddad*
La mayoría de los escritos y decisiones políticas y jurídicas sobre la historia y la política del Sáhara Occidental se basan en posturas históricamente inestables o teóricamente infundadas. El romanticismo de las posiciones poscoloniales ha alterado a activistas y a académicos sobre el hecho de que la realidad histórica y sociológica está en contradicción con los meta-conceptos impuestos por otras realidades históricas y meta-narrativas, especialmente el discurso occidental sobre la liberación, el Estado y el Estado-nación.
Decisión de la CIJ
La decisión que desencadenó la serie de acontecimientos que han marcado la historia del territorio en los últimos cuarenta años fue la opinión consultiva de la Corte Internacional de Justicia (CIJ) del 16 de octubre de 1975 sobre dos cuestiones: 1. ¿Era el territorio terra nullius [“tierra de nadie”] en el momento en que fue colonizado por España en 1888? (El argumento de terra nullius fue la base de la respuesta de España a las reivindicaciones nacionalistas de Marruecos, en un intento, por parte de España, de mantener el territorio bajo su control) 2. ¿Hubo vínculos históricos entre poblaciones locales y Marruecos? (Las afirmaciones de Marruecos sobre el territorio eran, y siguen siendo, históricas y jurídicas).
La opinión de la CIJ era necesariamente equilibrada, indebidamente interpretativa y pseudo-política (más que puramente jurídica). En cuanto a la primera pregunta, el Tribunal de La Haya dictaminó que el Sahara Occidental no era terra nullius cuando fue colonizado por los españoles a finales del siglo XIX. Ninguna de las partes disputó el significado de terra nullius. Todos (España, Marruecos, Mauritania, Naciones Unidas y la CIJ) entendieron que el concepto significaba un territorio deshabitado. Pero la noción de terra nullius sólo se aplica cuando existe un vínculo «fuerte» entre las poblaciones y el territorio. ¿Esto se aplicará a las tribus nómadas, semi-nómadas y trashumantes que cruzaron el norte de Mauritania, el suroeste de Argelia y el sur y sureste de Marruecos en busca de pastos para sus rebaños de camellos y cabras?
Terra Nullius
La existencia o no de terra nullius depende de un paradigma sociológico ausente del Sáhara Occidental hasta mediados del siglo XX durante el asentamiento de tribus nómadas. La decisión de la CIJ tenía razón al sostener que el territorio no era terra nullius (algunos asentamientos nómadas itinerantes lo testifican antes de la colonización), pero es posible que el nomadismo constante de las tribus saharianas haya hecho del territorio terra nullius temporal en periodos de sequía o cuando las tribus se movían hacia el este en dirección de la actual Argelia o al sur hacia la Mauritania moderna, incluso cuando huían de las guerras de Siba[1] hacia Benguerir, Sidi Kacem, Guelmim o Taroudant (Marruecos). Si la decisión del Tribunal hubiera sido más matizada, afirmando que el «territorio no era terra nullius” pero los pocos asentamientos y formas de vida pastorales y nómadas no significaban un derecho de propiedad de las poblaciones sobre el terreno y que la propiedad había que buscarla entre quienes reinaban en el territorio en virtud de los convenios internacionales y la pleitesía de los poderes locales (jueces, jefes y notables) a estos mismos dirigentes, muchas denuncias políticas y jurídicas sobre el territorio podrían haberse evitado.
Un buen número de activistas y de académicos han tomado el argumento de terra nullius (que fue una carta ganadora para el gobierno marroquí contra la postura de Franco) en el sentido de que «quien vive en el territorio lo posee» y decide su destino. Pero como hemos visto, las tribus nómadas saharianas no vivían en el territorio de manera sedentaria para ser los dueños. Además, poseer tierra o pastoreo individual o colectivamente no significa tener soberanía sobre el territorio. La soberanía sobre un territorio es un concepto supra-tribal que trasciende las preocupaciones del pastoreo, el agua y la vida comunitaria nómada[2]. En tercer lugar, la soberanía sobre la tierra no siempre se basa en los derechos de propiedad; si eso fuera cierto, Rusia habría tenido razón en reclamar Crimea (ya que la mayoría de sus habitantes hablan ruso o son de origen ruso). Y Francia no tendría derecho a vender Luisiana a los Estados Unidos a mediados del siglo XIX debido a su cultura y su demografía de dominación francesa. La cultura y la demografía podrían guiar las decisiones jurídicas sobre la soberanía (propiedad nacional) pero no es una regla estándar, especialmente en algunos contextos no occidentales.
Pleitesía, pero…
La respuesta de la CIJ a la segunda pregunta fue que había vínculos de pleitesía legal entre Marruecos y las tribus saharianas. Sin embargo, estos vínculos no deben constituir una base de propiedad o soberanía sobre el territorio. Además, estos vínculos legales tampoco significan «autodeterminación» que sólo se puede lograr «por la expresión libre y auténtica de la voluntad de los pueblos del Territorio». Debido al deseo de crear un equilibrio jurídico-político formal, esta parte de la decisión conllevó contradicciones: ¿Cómo pueden los lazos legales entre las personas de un territorio y un Estado milenario no ser una base para la propiedad o la soberanía? ¿Por qué la pleitesía no es la base de la soberanía?
Los jueces de la CIJ y los juristas después estiman, erróneamente, que la pleitesía va en contra del constitucionalismo moderno y de los conceptos fundamentales del funcionamiento de las instituciones democráticas. De hecho, el juramento de la pleitesía a la bandera y a la nación indivisa es la base del federalismo estadounidense: “Juro pleitesía a la bandera de los Estados Unidos de América y a la república a la que representa, una nación, bajo Dios, indivisible, con libertad y justicia para todos”. El debate polémico que a menudo acompaña el recurso a este juramento de pleitesía no debe ocultar el hecho de que no es la pleitesía en sí misma la que está en cuestión, pero sí su explotación con fines «nacionalistas». El juramento de la pleitesía en Gran Bretaña, desde la Carta Magna en 1215 hasta su formulación moderna bajo el mandato de la Reina Victoria y, actualmente, Isabel II, implica la «fe» y la «verdadera pleitesía» al monarca y a sus «herederos y sucesores, de acuerdo con la ley». El debate sobre la nacionalidad en la política francesa es hoy en día una discusión a fondo sobre la pleitesía a los valores de la República, lo que significa que la pertenencia a la nación implica un acto de pleitesía. La pleitesía está en el corazón de los debates sobre identidad, soberanía y derecho internacional.
Poblaciones y territorio
La CIJ no sólo descartó la pleitesía como fundamento de la soberanía, sino que asumió que una relación jurídica con las poblaciones implicaba una relación jurídica de estas mismas poblaciones con el territorio. ¿Cómo este hecho puede ser posible con tribus nómadas que sólo tienen unas pocas colonias cerca de puntos de agua o lugares sagrados? ¿Por qué el Tribunal excluyó los diversos acuerdos que Marruecos había concluido con los ingleses, los franceses, los rusos, los portugueses, los holandeses, etc., para permitir la navegación a lo largo de las costas del Sáhara Occidental? Incluso los españoles plantearon como una de sus condiciones para el alto el fuego después de la guerra de Tetuán contra Marruecos en 1859-60, el «permiso» para construir una colonia a lo largo de la costa de Sakia Al-Hamra[3]. ¿Por qué la CIJ no decidió que la soberanía sobre el territorio sólo podía ser marroquí, de facto y de iure, en virtud de los acuerdos firmados entre Marruecos y las naciones europeas sobre Sakia Al-Hamra y Oued Eddahab (Rio de Oro)[4]? Además, el territorio como tal es una creación del colonialismo francés y español. Si queremos ser ecológica y culturalmente «puros», el espacio donde las tribus saharianas con rasgos sociológicos y culturales similares, que existen bajo forma nómada y trashumante, se extiende desde las dunas de Erg Chebbi y los valles de Noun y Draa en el norte (Marruecos), a Adrar y Reggane (Argelia), a Kiffa y Nema (Mauritania). Es más o menos donde las poblaciones encuentran el territorio. Como tal, el significado occidental del nacionalismo territorial, sobre el cual se ha establecido la condición de la CIJ, no se aplica. De hecho, al agregar la interpretación según la cual la pleitesía no es un fundamento de la soberanía, la CIJ respondió a una pregunta que no se formuló. Se trata de una pregunta que no debe hacerse de todos modos, ya que depende de las partes discutir qué significa tener lazos de pleitesía entre la población local y el imperio marroquí. El Anexo Interpretativo de la CIJ no sólo creó una contradicción, sino que decidió también para las partes lo que deberían hacer con su decisión y socavó la postura de aquellos que quieren usar la pleitesía como base para la soberanía marroquí. En su intento de crear un equilibrio artificial, la CIJ ha creado una gran contradicción con desastrosas consecuencias militares y políticas para el conflicto.
Reyes saharianos
Además, la pleitesía en el contexto marroquí-sahariano no es históricamente una noción simple; no es una vía de sentido único. La pleitesía no era de las tribus del sur a los reyes del norte; estos mismos reyes, desde la época de los Almorávides, venían, en su mayor parte, del Sáhara por no decir que se juraba pleitesía a llamados reyes «extranjeros»[5]. Los Almorávides nacieron de los nómadas saharianos en Adrar de Mauritania y dominaban el oeste sahariano entre Marruecos y Senegal en el año 1040 bajo la dirección espiritual del guía religioso del Rito Malekita Abduallah Ibn Yassine antes de conquistar Awdaghost, Awlil y Sijilmasa y asentarse en Aghmat en el Alto Atlas[6]. Es una dinastía de origen nómada Hassani, a la que las tribus saharianas y no saharianas han jurado pleitesía, y que unificaba las regiones del norte de Mauritania, del sur-oeste de Argelia y Marruecos y de Andalucía bajo una misma bandera: ¿Su sistema de pleitesía es incompatible con la hipótesis de la CIJ según la cual la pleitesía es sólo una vía de sentido único entre las tribus saharianas y los reyes no saharianos?
Las dinastías saadi y alauita son también originarias del Sáhara (en el sentido amplio del término) y las otras dinastías bereberes que gobernaron Marruecos entre los siglos X y XVII se trasladaron casi todas del sur al norte. Marruecos siempre ha sido sahariano de la misma manera que partes del Sáhara eran marroquíes, especialmente bajo el mandato de los Almorávides, Vatásidas, Saadíes y Alauitas (hasta el período colonial). La teoría de Ibn Jaldun sobre el ascenso y la caída de los imperios se basó en el movimiento histórico del entorno ascético sahariano hacia centros urbanos más «decadentes» en Fez, Marrakech, Telemcen y Taroudant[7]. El poder proviene del sur austero, frugal y estricto y se desintegra al norte cuando encuentra los valores «hedonistas» de la vida urbana. La pleitesía de los centros urbanos a los guerreros del sur, ganadores a través de la solidaridad y las redes de alianzas, está bien documentada en los libros de historia[8]. La decisión de la CIJ tenía que ser escrita de la siguiente manera: «Hubo vínculos de pleitesía entre la población sahariana y los reyes marroquíes, pero algunos de estos reyes eran ellos mismos saharianos y, por lo tanto, la pleitesía era también de grupos no saharianos a reyes saharianos que reinaban en todo Marruecos. La interconexión entre el Sáhara y la política marroquí era tan fuerte y compleja que es difícil hablar de Marruecos sin el Sáhara o el Sáhara sin Marruecos. La soberanía de Marruecos sobre el Sáhara Occidental es un tema que las partes concernidas deberían decidir a través de negociaciones bajo los auspicios de instancias internacionales». Esta decisión matizada habría abierto diferentes posibilidades para que las partes encuentren un terreno común y una solución mutuamente acordada.
Polisario, al principio marroquí…
La emergencia y evolución del Frente Polisario tuvo lugar en Marruecos a principios de los años setenta. Tenía como objetivo liberar el Sáhara Occidental de España e incorporarlo a Marruecos. La independencia se convirtió en una opción cuando las autoridades y los partidos políticos marroquíes no hicieron caso a la joven dirección del Polisario e incluso reprimieron una manifestación pacífica en Tan Tan en 1972, organizada para exigir la reintegración de un Sáhara Occidental descolonizado a Marruecos[9]. Muamar El Gadafi adoptó el movimiento en 1973 y lo convenció para convertirse en revolucionario y luchar por la independencia, para estorbar (y finalmente derrocar) al llamado régimen «reaccionario» de Hassan II. Los fundadores del Polisario sabían al principio que el Sáhara Occidental podría estar en contradicción con la historia, la cultura y la ecología si volviera a su papel histórico como fuente de renovación de la política dinástica marroquí. Desafortunadamente, este rayo de esperanza se perdió debido a la miopía del gobierno marroquí y de la élite política, así como al aventurerismo emergente y al nacionalismo primario de un Polisario sostenido por Gadafi.
Pueblo y nación
Lo que se podría haber evitado fue el arduo esfuerzo por presentar a un pueblo saharaui y a una identidad nacional a pesar de la obstinación de la verdad histórica. ¿Cómo se podría dar la noción de «pueblo» a unas tribus nómadas que vagaban por grandes espacios independientemente de las fronteras coloniales y pos-coloniales? ¿Cuál es la base de esta entidad futura llamada “pueblo”? La noción de «nación» sería incluso una aberración en ausencia de mitos fundadores, de un folclore unificador que elogia las acciones de los héroes y los momentos fundadores. ¡La nación es una construcción![10] Las tribus saharianas no estaban interesadas en este ejercicio porque pertenecían a esta gran entidad llamada el reino jerifiano, a la que juraban pleitesía, a veces pagaban impuestos, a veces buscaban conquistarla cuando se hicieron fuertes, se refugiaban en ella huyendo de las guerras de Siba, vendiendo camellos en los zocos de sus ciudades, y enviando a sus hijos instruidos a servir como jueces o señores locales para sus diferentes dinastías. Los más cercanos, que tenían una aspiración nacional, eran como súbditos del Sultán quien, a su vez, podía haber sido uno de los suyos, como era el caso de los Almorávides. Por lo tanto, resulta prudente decir que la naturaleza sociológica de la estructura tribal sahariana hace que el territorio sea sólo accesorio a las necesidades pastorales de la población. El territorio cambia de Draa, a Noun, a Adrar y a otros vastos espacios saharianos, en función de la disponibilidad de pastos, de agua y de la seguridad del paso. El «Sáhara Occidental» fue una construcción colonial, reforzada por diseños proto-nacionalistas, alimentada por conceptos de Guerra Fría y consideraciones geoestratégicas. Como tal, no refleja la ecología cultural de los saharauis ni su compleja historia como uno de los grupos que marcaron indeleblemente el tejido demográfico, cultural y político del Gran Marruecos.
El referéndum
El referéndum altamente controvertido es de hecho una aberración conceptual y política. La voluntad de la población no es transferible al estado del territorio: la población puede optar por permanecer bajo la soberanía marroquí o elegir otra forma de gobierno, pero el territorio tiene otro estatus legal que depende de quién lo gobernó antes del colonialismo español (en virtud de los acuerdos firmados con las potencias marítimas en los siglos XVIII y XIX)[11], de quién inició el proceso de descolonización desde 1958 (la retrocesión de Tarfaya), de la resistencia a la ofensiva franco-española contra el Ejército Liberación en 1958, del registro de la solicitud marroquí ante la Cuarta Comisión de la ONU en 1963, de la retrocesión de Sidi Ifni en 1969, de la Marcha Verde en 1975 y de los Acuerdos de Madrid en 1975.
Política pos-colonial
Estos actos de «pos-colonialidad» son ignorados por algunos estudiosos, activistas de la independencia y de los derechos humanos porque están decididos a establecer otra narrativa pos-colonial basada en una construcción imaginaria de un «pueblo oprimido y una nación colonizada». En ausencia de pruebas sociológicas que corroboren el estatus de «pueblo» y de pruebas históricas que justifiquen la «nación», los defensores de esta “pos-colonialidad» nunca explicaron cómo reconciliarían la sociología del nomadismo y sus espacios ecológicos maleables con la realidad jurídico-histórica del Sáhara Occidental (y partes del territorio del Sáhara Oriental). El resultado fue una retórica nacionalista, a veces impulsando el argumento pos-colonial, a veces la agenda de los derechos humanos y, otras veces la riqueza natural del territorio, y algunas veces mezclándolos todos, sin ningún intento por construir una narrativa histórico-sociológica que resista a la crítica, especialmente desde el punto de vista de los estudios poscoloniales, los estudios culturales y las teorías de la deconstrucción.
Derechos humanos
El argumento en contra de las violaciones de los derechos humanos en el Sáhara Occidental trata desesperadamente de vincular los casos de abuso a la eliminación de las aspiraciones nacionales. Los activistas de derechos humanos sostienen que los saharauis están oprimidos porque están luchando por la autodeterminación, pero cuando miramos los casos más documentados, nos damos cuenta que no son diferentes de los que ocurren en Oujda, Tánger, Zagora o Fez. Se trata de un problema de gobernanza y cultura de los derechos humanos en el aparato de seguridad que no tiene nada que ver con la etnicidad o las opiniones políticas. El vínculo desesperado entre los derechos humanos y la independencia muestra los límites del discurso poscolonial. También resulta desesperante el enlace entre el control marroquí del territorio y la explotación de los recursos naturales que no puede resistir a la refutación marroquí, puesto que la realidad evidencia que Marruecos ha gastado mucho más, decenas de veces más, en el desarrollo del territorio que la obtención de beneficios por la explotación de los recursos[12].
Estos callejones sin salida epistemológicos y políticos están en el centro de las contradicciones y supuestos imaginarios del discurso jurídico y político del Sáhara Occidental. La falta de coherencia política en los discursos de los partidarios de la independencia se deriva de la celebración romántica de un nacionalismo irreal que no está anclado en la historia o en una política cultural reinventada. Los defensores de este enfoque deben revertir estas suposiciones preocupantes, no por razones intelectuales, sino porque son la base de las acciones sobre el terreno, acciones que hasta ahora han fallado y mantienen su incoherencia. Una solución al conflicto sólo será posible si las dos partes presentan posiciones y relatos históricos razonables que formen o fundamenten la base de un plan mutuamente acordado.
*Lahcen Haddad es académico, escritor y político marroquí, parlamentario por el Partido Del Istiqlal (PI). Haddad fue ministro de Turismo en la anterior legislatura. Actualmente es miembro de la Junta de la Red Parlamentaria del Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional (Réseau parlementaire sur la Banque mondiale et le FMI), una organización interparlamentaria independiente que busca mejorar la transparencia y la rendición de cuentas en las instituciones financieras internacionales.