Rajak B. Kadjieff / Moscú
*Relación entre Moscú y la ultraderecha europea.
*Apoyos en Alemania, Grecia, Italia, Suecia y Dinamarca,
*Nazis, neonazis y los sucesores de Adolfo Hitler.
*El respaldo a la anexión de Crimea en 2014-
*Griffin, Piskorski y algunos otros especímenes.
*Los asesinatos de Borís Nemtsov y Anna Politkóvskaya.
La relación del Kremlin con la extrema derecha europea no es un secreto, y los medios de comunicación rusos y europeos llevan una década y media hablando de ello; pero dada la insistencia del Kremlin en señalar la paja en el ojo ajeno, es necesario recordar aquí esa relación.
Algunos politólogos enumeran los partidos políticos europeos que apoyan al Kremlin: el Partido Nacional Democrático en Alemania, Amanecer Dorado en Grecia, Fuerza Nueva en Italia, Demócratas de Suecia, el Partido Popular de Dinamarca.
Al mismo tiempo, se han publicado extractos de informes del Ministerio de Asuntos Exteriores de la Federación Rusa, en los que se califica a estos partidos de nazis, neonazis, sucesores de Adolfo Hitler, supremacistas blancos, antisemitas, negadores del Holocausto y otras caracterizaciones correctas.
Esas formaciones políticas apoyaron la anexión de Crimea en 2014 y sus representantes fueron invitados como observadores internacionales a los referendos de ese año en el territorio ocupado, Dombás y Lugansk, donde confirmaron invariablemente su legitimidad y el cumplimiento de las normas internacionales.
Entre ellos estaba Nick Griffin, el antisemita y racista ex líder del Partido Nacional Británico, y una de estas misiones de «observadores internacionales» fue dirigida por Mateusz Piskorski, un notorio neonazi polaco, antisemita, admirador del nacionalsocialismo y antiguo director de la revista polaca de los cabezas rapadas Odala, que exalta la «raza blanca» y a Adolf Hitler.
Ya en 2006, Piskorski fue invitado a una conferencia en Moscú sobre “La Organización del Tratado del Atlántico Norte y la seguridad en Europa”, a la que asistieron más de cien representantes del gobierno ruso, miembros de la Duma Estatal y políticos.
A la conferencia asistió también Luc Michel, líder del partido Comunidad Nacional Europea, que en su momento propuso crear un imperio euro soviético. desde Vladivostok hasta Dublín, sumado a ello el hecho de que los partidos mencionados participaron en el Foro Conservador Internacional Ruso que se reunió en San Petersburgo en 2015.
Entre otros detalles, el nazi belga, Kriss Roman, celebró en la tribuna los asesinatos de Boris Nemtsov, líder político democrático percibido como una amenaza por el Kremlin, y de la periodista rusa Anna Politkóvskaya, corresponsal investigadora de los crímenes de Ramzán Kadírov, el hombre de Putin en Chechenia.
Este foro de neonazis europeos y rusos fue organizado oficialmente por el autollamado club cultural nacional ruso La Casa del Pueblo, dirigido por un antiguo líder del Partido Comunista de la Federación Rusa, Iuri Lubomirski.
El grupo es en la práctica un apéndice del partido ruso Rodina [Patria], que a su vez es heredero de la Unión Patriótica Popular, cuyo fundador y reconocido líder de Rodina es Dmitry Rogozin, que en ese momento era vicepresidente del gobierno ruso bajo el mandato de Vladímir Putin.
El segundo aspecto es ideológico, y la respuesta a la pregunta que sirve de título a un texto difundido entonces titulado –“¿Dónde buscar a un neonazi?”– se encuentra en dos artículos publicados por la agencia de información rusa Novosti.
Es decir, que son textos escritos bajo el control del Kremlin, y uno de ellos, firmado por Timofei Sergueitsev, muestra su vocación colonialista ya desde el título: «”Lo que Rusia debe hacer con Ucrania”.
El texto contiene frases como la siguiente: “Ucrania se ha definido como una sociedad nazi (…) La desnazificación es indispensable cuando una parte importante del pueblo –probablemente la mayoría– ha sido captada y arrastrada a su política por el régimen nazi; es decir, cuando la hipótesis ‘el pueblo es bueno, las autoridades son malas’ no funciona”.
Esto quiere decir que toda Ucrania es nazi: “La desnazificación es un conjunto de medidas relativas a la masa nazi de la población, que técnicamente no puede ser castigada directamente como criminal de guerra”.
O sea que solamente por razones técnicas no se puede destruir a la “mayoría del pueblo”. “La desnazificación será inevitablemente equivalente a desucranización”; sin embargo, el objetivo es privar a los ucranianos de su cultura, sus sentimientos y su identidad.
Pero hay que ir más allá: “La desnazificación conducirá inevitablemente a la deseuropeización”. Y es relevante decir que la actual dirigencia heredó ese odio por Europa y sus libertades internas de los ideólogos de la autocracia zarista y del nacionalismo “gran ruso” del siglo XIX.
En este y otros textos del mismo estilo nazistoide figura por adelantado la justificación ideológica de las atrocidades seriales y cotidianas de la soldadesca rusa contra los civiles ucranianos, las violaciones sistemáticas o las torturas filmadas por sus autores y subida a las redes.
Esos horrores forman parte de la narrativa bélica que los raros sobrevivientes cuentan en las regiones liberadas por el ejército ucraniano y verificadas por las misiones de la Organización de las Naciones Unidas y de otras entidades vigilantes del cumplimiento de orden internacional.