Aletia Molina
Cuando existe democracia, por corta que sea, en un país, como el nuestro, es de goce hasta para los que no somos doctos, observar a un órgano colegiado de gran jerarquía, que argumente, discuta y reflexione. Sin embargo, es muy triste ver cómo en sus deliberaciones, se impusieron los criterios políticos sobre la certeza del estado de derecho.
Los integrantes del pleno de la Suprema Corte de Justicia definieron el calibre de su dignidad ante el poder presidencial y de eso, sólo ellas y ellos son responsables ante el país para asumir las consecuencias de sus votos.
Más allá de la naturaleza de la discusión y aprobación de la consulta para que los ciudadanos opinen si se aplica o no la ley a los ex Presidentes, el jueves 1 de octubre fuimos testigos del punto de quiebre del Tribunal Constitucional ante el régimen populista que intencionadamente lo involucró e hirió de muerte.
Los ministros Arturo Zaldívar, Alfredo Gutiérrez Ortiz Mena y Alberto Pérez Dayán son responsables ante el país y la historia por aceptar el populismo de López Obrador. Yasmín Esquivel, Margarita Ríos Farjat y Juan Luis González Alcantara Carrancá simplemente le cumplieron a quien les facilitó la toga y así confirmaron lealtad al Ejecutivo Federal en detrimento de su independencia.
Las presiones y mensajes de Palacio Nacional surtieron efecto en la mayoría que validó una intención política a costa de la credibilidad del Poder Judicial de la Federación.
Ese plan presidencial, macabro, para debilitar a las instituciones ya alcanzó a la Corte y esa es una desgracia para la nación.
Merecen un aplauso y reconocimiento los ministros Javier Laynez, Fernando Franco y la ministra Norma Piña. Si la consulta no tiene consecuencias jurídicas (quede claro, no es vinculatoria) entonces se puede preguntar cualquier barbaridad… algo como cambiar nuestro sistema republicano a una monarquía, expuso no sin ironía Laynez, cuya intervención fue certera para exhibir a sus colegas situados en la mayoría.
Si, léase, comprendamos: La Corte abrió la puerta a la posibilidad de que la aplicación de la ley pueda consultarse y con ello la estúpida inverosímil funcionalidad de un jurado popular sobrepuesto al orden constitucional.
Ah,… el cambio de redacción a la pregunta también hizo ver muy mal a los ministros, el resultado final es un bizarro texto digno de “cantinflear”.
El Máximo Tribunal no fue pragmático, pero salvó su estabilidad para no confrontarse con el merolico en el Poder.
El daño, está hecho, la Corte dejó de ser suprema, y lo peor, es que México perdió… Otra vez.
@AletiaMolina