Por Mouris Salloum George*
Estamos en medio de un clima político tan crispado, que identificar como “cuarto de guerra” el centro de combate electoral, resulta de por sí falto de reflexión.
El desprecio de la semántica como recurso para construir una coherente retórica electoral, empuja a los actores políticos -los candidatos primero, seguidos por los burócratas que no resisten la tentación de protagonismo- a improvisaciones discursivas rayanas en el disparate.
Sin personalizar, recogemos algunas exclamaciones que no pasan el examen de la metáfora: “Frenar” a tal rival. “Vamos a ganar”; nos acompaña “un ejército” dispuesto a “llevarnos y defender nuestra victoria”. En otro momento, se ha ofrecido mejorar los haberes de los soldados.
En memoria de Colosio, “vamos a cumplir sus compromisos”. Una corriente civil tercia: “Impedir que el candidato que gane, se quede también el Congreso de la Unión”. Es imperativo un gobierno dividido.
Aquí sí se requiere citar por su nombre al emisor. El secretario, Alfonso Navarrete, firma acuerdos con gobernadores para dar seguridad a los candidatos.
Se busca, dice Navarrete, evitar un magnicidio como el ocurrido en 94 contra Colosio. En estricta racionalidad, ¿tiene sentido mentar la soga en casa del ahorcado?
Sobre la alusión a “un ejército”, hecha por un beligerante presidencial, en un mismo día tenemos registro en foro público sobre la Ley de Seguridad Interior (LSI), en evidente rechazo, en cuyas conclusiones se inserta la exigencia a los candidatos de “regresar al Ejército a sus cuarteles”.
No existe, necesariamente, una conexión explicita entre los dichos, en escenarios diferentes, por un presidenciable y un experto en temas de inteligencia. La interpretación libre, sin embargo, los asocia.
Coincidió el foro mencionado, con la denuncia en Tamaulipas de al menos 56 desapariciones forzadas. Un denunciante acusa que en dicho estado se está aplicando de facto la LSI.
La temática la abordamos porque, a ocho días de la cita a las urnas, la autoridad electoral confía parte de la logística a la responsabilidad del Ejército.
Nada más grave, aun como mera alegoría, que insinuar que eventualmente las Fuerzas Armadas estarían dispuestas a faltar a su neutralidad en un conflicto político entre actores civiles.
Es imperativo que las lenguas de madera busquen reposo en la carpintería.
Es un obligado ejercicio de sensatez. La paz social lo demanda y los mexicanos se la merecen.
*Director General del Club de Periodistas de México, A.C.