Por Mouris Salloum George*
Robin robaba a los ricos para dar a los pobres. Ahora Robin roba “la mexicana” a los pobres, para enriquecer más a los ricos. Es la ley del más fuerte y abusivo. Peor que la de los narcos, que da a escoger entre plata y plomo.
Todo se trate de honrar el pacto entre bellacos y los tecnócratas neoliberales tienen las firmas más rápidas del hemisferio. Está comprobado científicamente.
Los trabajadores como tributarios de la rapacidad tecnocrática
Primer acto: Al privatizarse el sistema de banca y crédito en 1990 (Carlos Salinas de Gortari), la vértebra económica del Estado mexicano fue erosionada. Se perdió incluso la autonomía para manejar la balanza de pagos.
Segundo acto: Cuando se instituyó el nuevo Sistema de Ahorro para el Retiro en 1997 (Ernesto Zedillo Ponce de León) a los fondos acumulados por los trabajadores en el viejo SAR, se los llevó el diablo, según frase célebre de un dirigente de la CTM.
Tercer acto: El diablo no dilapidó. Esos saldos aparecieron como por arte de magia cuatro años después en una cuenta concentradora del Banco de México.
Cuarto acto: De esa cuenta secreta concentradora, que los ahorradores desconocían, se extrajeron más de 20 mil millones de pesos para fondear la Financiera Rural (Vicente Fox), que sustituyó al Banco Nacional de Crédito Rural.
Entreacto: En ese recorrido, se esfumaron fondos mutualistas que los ferrocarrileros sindicalizados habían ahorrado para la hora de su jubilación.
Un adelantado pupilo de la Escuela de Chicago (de Friedman)
En esa obra de birlibirloque actuó desde el primer acto como subsecretario de Hacienda y Crédito Público; en el segundo como vicegobernador del Banco de México y en el tercero y cuarto, como Secretario de Hacienda el itamita Francisco Gil Díaz, con posgrado en la Universidad de Chicago; la de Milton Friedman, uno de los padres del neoliberalismo.
Al terminar su periodo en Hacienda, Gil Díaz apareció ipso facto en el directorio del HSBC. Exonerado por la Secretaría de la Función Pública, luego su nombre fue visto en la nómina corredoras de bolsa de dominio extranjero y en una empresa de telecomunicaciones española, etcétera.
3.7 billones de pesos… y contando descontando en nómina
Pese al primer y segundo saqueos, las privadas Administradoras de Fondos de Retiro (Afore) -fondos propiedad de obreros y empleados-, tienen bajo su gestión actualmente 3 billones 700 mil millones de pesos.
Por mandato de ley, las Afore y sus comadres, las Sociedades de Inversión Especializadas, tienen manga ancha para colocar dinero fresco en el mercado especulativo, hasta un tope de 15 por ciento. Es lo que dice la ley, que en México es la del embudo.
Acogidos a esa liberalidad del neoliberalismo, sobre ese disponible el gobierno federal le ha hincado el diente a 53.78 por ciento; los corporativos mexicanos privados al 18.26 por ciento y en el mundo de los portafolios extranjeros los ahorradores ignoran quién se beneficia con un 12.12 por ciento. Puro jauja para los especuladores.
Entre los papeles -algunos mera chatarra– unos llevan la denominación de Fibra; otros llevan una denominación más convincente: Certificados de Capital para el Desarrollo. Por lo pronto, el desarrollo mexicano brilla por su ausencia.
Ahora que se remueve el fango de la corrupción, como usufructuarios de los ahorros de los trabajadores aparecen favoritos del régimen neoliberal.
La empresa Oro Negro que terminó enseñando el cobre
Aludimos al que implica el nombre de Francisco Gil Díaz: La empresa Oro Negro, firma que empezó a colocar su nombre en la feria de los contratos petroleros que, para “Mover a México”, abrió el mexiquense Enrique Peña Nieto. La regentea Gonzalo Gil White, hijo de quien fue nombrado en su oportunidad Secretario de Finanzas del Año en América.
En el episodio que está en pantallas, el número mágico es 500 millones, pero nominados en dólares; dinero, sobra decirlo, pues resulta una obviedad, carranceado en las tesorerías de Afore.
La Comisión Nacional Bancaria, siempre en “vigilia”
A propósito de la Comisión Nacional del Sistema de Fondos de Retiro (Consar), en algún momento nos parece ubicar el nombre de Jaime González Aguadé, hablando sobre cambios en la gestión de ese ente. Si se trata del mismo, acaso haya fungido como presidente de la Comisión Nacional Bancaria y de Valores (CNBV) 2012-2017.
De ser así, el supuesto indica que por obvias razones le tocaría investigar sospechas sobre la gestión de la fraudulenta caja Libertad, ahora en cartelera con el apaño de Juan Collado.
El dictamen de la revisión fue: No hay delito que perseguir. El susodicho González Aguadé apareció después en la rama ejecutiva de esa operadora purificada. Pero esa es otra historia, como sería la de Oceanografía.
Es tan grande el universo de las asociaciones público-privada para las transas, que no alcanza este pequeño espacio para narrarlas todas.
*Director General del Club de Periodistas de México, A.C.