Por Mouris Salloum George*
A diferencia de los movimientos políticos revolucionarios, que pasan por un largo periodo de gestación pública -sólo cuando eventualmente asumen la alternativa armada optan por la clandestinidad-, las conspiraciones golpistas se maquinan o se maquinaban en el más acerado secretismo.
Ni mi mujer conoció mis planes, declaró enigmático Augusto Pinochet a sus cajas de resonancia después de que perpetró el trapero golpe contra el gobierno de la Unidad Popular, del doctor Salvador Allende, el 11 de septiembre de 1973.
Los traidores, pues, adornaban sus conjuras con un aire de savoir faire pretendiendo insertar su fotografía en las revistas del corazón. Hola es la favorita.
El secreto encanto de los golpistas se desvaneció con el “modelo” brasileño.
El “modelo” brasileño, un rodeo con el mismo móvil
El 2 de diciembre de 2015, instigado por el procurador jubilado Hélio Bicudo, el presidente de la Cámara de Diputados, Eduardo Cunna abrió “procedimiento” contra la presidenta Dilma Rousseff con la coartada de falta a la Ley de Presupuesto.
El 17 de abril de 2016 se bajó al pleno la destitución de la Presidenta. Tomó su lugar Michel Temer. El desleal suplente abrió las esclusas electorales para que el 1 de enero de 2019 se hiciera del poder presidencial el militar Jair Bolsonaro. Se ahorró éste la mano militari que ha exhibido durante los primeros cuatro meses de su mandato.
En 2014, Bolsonaro había contendido por una diputación federal. Apenas logró 6 por ciento de la votación en su distrito.
En Venezuela, el golpe de Estado sonsacado por el Departamento de Estado (USA) permanece latente desde la gestión del bolivariano Hugo Chávez. A su muerte, el blanco es Nicolás Maduro.
Washington no ha logrado soliviantar a los mandos del Ejército. Ha optado entonces por el golpe parlamentario al uso brasileño. La amenaza anaranjada, Donald Trump declaró hace meses presidente encargado a Juan Guaidó.
10 mil millones de dólares para encumbrar a Juan Guaidó
Guaidó se ha dedicado en las últimas semanas a la visita de las siete casas. Su morada favorita es la Organización de Estados Americanos (OEA) en Washington, donde el uruguayo Luis Almagro le aplica masajes al ego.
Mientras Trump se dedica a confiscar patrimonio venezolano en Estados Unidos para financiar las aspiraciones de Guaidó y la oposición terrorista desencadena una serie de sabotajes a servicios socialmente básicos, el “diputado presidente” no ve la hora de su consagración formal.
A mediados de abril, a iniciativa del secretario del Tesoro norteamericano, Steven Mnuchin, los Estados Unidos empezaron a pasar la charola para reunirle a Guaidó un fondo por 10 mil millones de dólares, a fin de investirlo como presidente por suscripción popular.
El tesorero de Trump montó una junta de ministros de Finanzas de 19 países, paralela a las reuniones de primavera del Banco Mundial (BM) y el Fondo Monetario Internacional (FMI) para arrancar el “acuerdo”.
Imaginar nomás a los pueblos argentino y ecuatoriano -cuyos gobiernos los embarcan en nueva deuda con FMI para salir de su crisis financiera- aportando recursos para apalancar los caprichos del inquilino de la Casa Blanca.
No se requiere una segunda opinión de los siquiatras
Imaginar también al pueblo francés, consternado por el incendio de Notre dame, viendo a su Presidente, Emmanuel Macron, desviando donaciones para ungir a Guaidó. En fin.
Si alguien piensa que todo lo narrado es cosa de locos, no necesita el diagnóstico de los siquiatras: Los arrebatos de Trump no requieren de segunda opinión facultativa. Grave cuestión.
*Director General del Club de Periodistas de México, A.C.