Por Mouris Salloum George*
Durante el periodo de estabilidad política y económica (El milagro mexicano), investigadores e historiadores extranjeros caracterizaban el régimen como una democracia sui generis. Después se le etiquetaría como La dictadura perfecta.
La picaresca política identificaba el operar de los líderes mexicanos en su relación con las masas y aun con los correligionarios que amenazaban “salirse del huacal”, con base en dos intuiciones desarrolladas sobre la marcha: Suavidad y maña: Desde los presidentes, hasta los dirigentes del partido de y en el gobierno, y de sus tres sectores: Obrero, agrario y popular.
El “título” de esos eficientes operarios, era el de chuchas cuereras. Se las sabían y ganaban en el proceso electoral, de todas, todas.
Cuando el PRI podía ganar hasta con 91.90 por ciento de los votos
Rumbo a los ochenta, cuando José López Portillo acometió su campaña presidencial con la ausencia del PAN, emergió una nova coalición electoral: La Alianza por la Democracia. Con el Partido Popular Socialista y el Auténtico de la Revolución Mexicana, el PRI arrasó con el 91.90 por ciento de la votación para Presidente.
Su antecesor en el poder, Luis Echeverría, con la expropiación de los latifundios de los valles de El Yaqui y El Mayo, Sonora, y otras políticas sociales, había roto las relaciones con el poder empresarial. En lo sucesivo, desde los cenáculos del sector privado se colocó en las carteleras la tipificación Populista.
López Portillo hizo en la primera mitad de su mandato auténticos esfuerzos por la reconciliación con el poder económico. Con la Expropiación Bancaria en 1982, la acusación de populismo sentó plaza.
Bandera de los tecnócratas: Todos contra el populismo
Del marbete, con todas sus implicaciones, se apropiaron los agentes tecnocráticos de la Secretaría de Programación y Presupuesto (SPP), que en 1981 tomaron por asalto la coordinación de la campaña presidencial del titular de esa dependencia, Miguel de la Madrid.
En el periodo presidencial de De la Madrid, al menos dos dirigentes nacionales del tricolor, Adolfo Lugo Verduzco (SPP) y Jorge de la Vega Domínguez portaron la condición de tecnócratas.
El hidalguense intento lidiar –por las buenas– con las primeras manifestaciones de disidencia interna. No lo dejaron. El chiapaneco aplicó una rudeza innecesaria y provocó la ruptura con los militantes de la Corriente democratizadora.
La falta de tacto político fracturó la hegemonía electoral del PRI en la campaña del también ex secretario de la SPP, Carlos Salinas de Gortari en 1988.
Camacho Solís: No se hagan bolas; fue voto de castigo
En ese diseño, vale retomar dos datos: Con De la Vega Domínguez ocupó la secretaria general del CEN del PRI, Manuel Camacho Solís. (Princeton, USA, Maestría en Asuntos Públicos.)
Para que la cuña apriete, ha de ser del mismo palo: En el análisis de los resultados del 6 de julio de 1988, Camacho Solís, siendo de la misma extracción administrativa del declarado Presidente, reconoció que en las urnas se expresó el voto de castigo popular por las consecuencias de las políticas económicas de choque, exacerbadas desde el sexenio anterior.
Lo que el viento se llevó fue el significado y significante de la conclusión de Camacho Solís: El voto de castigo en las urnas lo depositaron los históricos proveedores del voto duro al PRI, lo que indica que el sistema empezó a perder el control del corporativismo sindical.
Camacho Solís algo sabía de eso: En los setenta Siglo XX puso en circulación La clase obrera en la Historia de México, en la que el autor analiza el tema relaciones Estado-organización social.
En el ejercicio de su mandato, Salinas de Gortari fue cuestionado por su falta de sensibilidad política. Respecto de la oposición legislativa, se volvió célebre su frase: Ni los veo, ni los oigo.
De la buena fe juvenil al huevo de la serpiente
Volvemos a Camacho Solís y su convivencia académica y su activismo en la UNAM. Estuvo cercano a José Francisco Ruiz Massieu en el proyecto Asociación Civil Política y Profesión Revolucionarias.
A ese tibio fogón arrimaron su sardina los hermanos Carlos y Raúl Salinas de Gortari, cuñados entonces de Ruiz Massieu; Emilio Lozoya Thalman, Hugo Andrés Araujo (después líder de la CNC-Sector Agrario del PRI, ligado antes a la corriente Línea de masas), Alberto Anaya, quien con Salinas de Gortari se hizo de la franquicia Partido del Trabajo; hasta la fecha, con otra adscripción.
Raúl Salinas de Gortari fue enlace del tamaulipeco Manuel Muñoz Rocha, típico político-empresario, con la asociación citada.
Alternativas políticas para el desarrollo mexicano
Parece obvio que Camacho Solís, hijo de médico militar, no se apartó de sus raíces doctrinarias. En la antigua Escuela Nacional de Economía (UNAM), en su tesis profesional postuló las Alternativas Políticas para el Desarrollo Mexicano: No eran las del neoliberalismo.
En 1993, Camacho Solís vio bloqueada su aspiración a la candidatura presidencial del PRI. ¿Lodos de los polvos del otoño de 1988? Para la sucesión de 2000, relanzó su proyecto bajo la bandera del Partido Centro Democrático.
El 28 de septiembre de 1994, fue asesinado a tiros de pistola Ruiz Massieu: Fueron implicados Manuel Muñoz Rocha, para entonces ya diputado federal, y su mentor Raúl Salinas de Gortari.
(Habría que consultar el expediente de la Procuraduría General de la República sobre el caso: Contiene abundante materia sobre la preparación del crimen desde 1993.)
En la “nueva clase política”, no se incluía la tecno-neoliberal
El ex gobernador de Guerrero y ex secretario general del CEN del PRI traía en mente su idea Nueva clase política o Nueva Política. Para cuando, desde la UNAM, empezó a darle cuerpo a esa idea no percibía como “nueva clase política”, la tecnocrática neoliberal, aunque ésta ya empezaba a asomar la cabeza desde Palacio Nacional (SPP).
A la hora de su ejecución, Ruiz Massieu acababa de asumir la coordinación de la bancada del PRI en San Lázaro. Los futurólogos le veían tamaños -militancia partidista, dotes intelectuales, habilidades políticas y experiencia administrativa- para perfilarse como candidato priista a la sucesión presidencial de 2000.
Seis meses antes, 23 de marzo de 1994, había sido asesinado el candidato presidencial del PRI, Luis Donaldo Colosio.
El centro de gravedad de esta narrativa sería la juvenil universitaria asociación Política y Profesión Revolucionarias, pista de despegue del (para 1988-1989) ya conocido como Grupo Compacto.
Ahí estaban Camacho Solís y Colosio, entre otros; incluyendo a Emilio Lozoya Thalman, citado en algunos espacios periodísticos en la lista de precandidatos para 1994.
Tratar de tipificar los macabros acontecimientos anteriores a un pleito de familia, sería reducir la tragedia a mera ópera bufa. Con la primera expulsión del PRI de Los Pinos en 2000 y la puntilla en julio de 2018, se comprobó científicamente que los tecnócratas ganaron el poder, pero perdieron el partido.
En el fondo del sombrío paisaje están 126 millones de mexicanos. No son pocos.
*Director General del Club de Periodistas de México, A.C.