Mouris Salloum George*
Es pertinente recordar que, “El México en paz”, es una asignatura pendiente desde 2012.
Más memorable, es que México es depositario del Premio Nobel de la Paz. Ha visitado nuestro país, un distinguido con ese galardón: el ex secretario general de la ONU, el ghanés, Kofi Annan.
La premisa del segundo debate entre los candidatos presidenciales del pasado domingo, fue México en el mundo.
Un veredicto posterior al debate: “Sin control, la violencia criminal plantea una seria amenaza a las instituciones democráticas (de México) y, sin duda, a la democracia misma”.
El vergonzoso dictamen lo expuso Annan, invitado por el INE a dictar la conferencia magistral Paz y Democracia.
Annan no sólo se refirió a la violencia criminal. Subrayó como factor subversivo, los elevados niveles de desigualdad económica y social, que ponen en entredicho la credibilidad en la democracia.
¿Por qué no invitó el INE a la conferencia a los candidatos presidenciales, en vez de exponerlos a las tendenciosas actuaciones de los “moderadores” del debate, que privilegiaron su instinto protagónico personal en el evento?
Si el INE quiso exhibir, desde la fronteriza Tijuana, El México en el mundo, ¿qué mejor atalaya que la ONU? El Premio Nobel de la Paz fue compartido en 2001 por la propia organización y Annan.
Y Annan denunció que políticos, candidatos, así como familiares de actores políticos, han sido asesinados desde el comienzo de la campaña de 2018.
Obviamente, el punto es la violencia criminal que prima el escenario electoral. Pero, en la voz del conferenciante, la tragedia cobra otra espeluznante dimensión.
No está en el texto de Annan pero, desde hace al menos tres décadas, en México se ha denunciado otro fenómeno que ha sido analizado por la Sociología Política: Lo codifica como “violencia institucional”.
La violencia institucional se identifica en las profundas y rezagantes estructuras de la desigualdad socioeconómica que priva a las mayorías, no sólo de los elementos esenciales de subsistencia, sino del mismo derecho a la vida.
Es en ese desolado territorio donde medran los que coaccionan y compran el voto popular, lo mismo desde el gobierno que desde las campañas.
Es bueno que los árbitros electorales se aboquen al imperativo de “Paz y democracia”. ¿Acreditan voluntad para que sea verdad tanta belleza? Hasta hoy, no lo vemos.
*Director General del Club de Periodistas de México, A.C.