Mouris Salloum George*
Agobiados nuestros compatriotas que habitan el noroeste de México por los devastadores embates de la naturaleza, y dado que casi la totalidad de las barras noticiosas de los medios electrónicos metropolitanos se acoge a semana inglesa, aquí casi pasó casi desapercibida la catilinaria que el día 22 asestó Andrés Manuel López Obrador asestó a sus compañeros de partido.
El pasado fin de semana, el Presidente electo continuó su gira de agradecimiento, ahora a los sonorenses, por su voto. Visitó Ciudad Obregón.
Para quienes lo ignoran, el nombre de Ciudad Obregón, cabecera del Valle del Yaqui en el sur de Sonora, se instituyó en homenaje a Álvaro Obregón, presidente reelecto, asesinado en julio de 1928.
Claridoso, el célebre revolucionario caracterizaba la corrupción nacional con esta expresión: No hay general que resista un cañonazo de 50 mil pesos.
Precisamente, López Obrador se refirió a la corrupción que, ya en Palacio Nacional, se propone combatir. Habló del nuevo tiempo mexicano, en que las cosas deben cambiar para responder a los clamores de la sociedad, expresados el 1 de julio pasado.
Con el Movimiento Regeneración, el retorno de los brujos
Acusó el Presidente electo, que los hombres nominados como futuros funcionarios, hasta los de Morena, no ha entendido el mensaje de los votantes: Ya andan escoltados con su cáfila de achichincles, zalameros y lambiscones, placeándose en vía pública.
Una piedra -roca- sobre muchos frágiles tejados, ahí donde se percibe la continuación de las viejas prácticas que repudia la sociedad.
Faltan escasas diez semanas para que López Obrador se instale en Palacio Nacional. Vale más un grito a tiempo…
Sigue aquello de que vale más pedir perdón, que pedir permiso
Lo que pasa es que, en estricto rigor, no hay de donde escoger hombres químicamente puros; menos, si son producto de los “usos y costumbres de la picaresca mexicana”, en los que el credo se expresa en la cínica coartada: Vale más pedir perdón, que pedir permiso.
Entre los próceres nombrados por López Obrador como inspiración para la Cuarta Transformación de la República, está primero en la nómina Benito Juárez. El Gran Restaurador conminó a los hombres de Estado a vivir en la augusta medianía.
En la práctica docente, todavía algunos creen que, la letra, con sangre entra; sí, mejoró, un romántico de la educación, pero con sangre de maestro. De ahí que un imperativo republicano sea que las escaleras se barran de arriba hacia abajo. Vale.
*Director General del Club de Periodistas de México, A.C.