Mouris Salloum George*
Si es ley sociopolítica, que la violencia es la partera de la Historia, pocos ejemplos como el de México para documentar el ensayo de la prueba y el error.
De un sistema colonial de esclavitud, de un periodo de sociedad fluctuante, de dos invasiones armadas y de un régimen tiránico proclive a la extranjerización, el pueblo mexicano se liberó mediante la guerra, y a cada proceso correspondió una nueva Constitución.
Si bien el Constituyente de Apatzingán de 1814 bregó por crear un cuerpo de instituciones nacionales, tuvo que vencerse la pretensión monárquica de Iturbide para abrir cauce a la Constitución de 1824, que dio denominación a la República como Estados Unidos Mexicanos.
Contra la tentativa imperial de Santa Anna, México se levantó en armas y fue la Constitución de 1857 la agenda que permitió restaurar la Republica, devenida dictadura.
Implantado un régimen semifeudal, ahora el Plan de San Luis sublevó a todas las clases sociales, cuya lucha se sustanció en la Constitución del 17.
El actual Estado neoliberal, de factura extranjerizante, restableció un sistema de opresión y represión, que se ha manifestado en violencia criminal y política, a la que los mexicanos han enfrentado con una revolución electoral pacífica.
Si el enunciado de la cuarta transformación de la República va en serio, ¿cristalizará la nueva era sustentada en una Carta que la Suprema Corte de Justicia de la Nación -Tribunal Constitucional por excelencia- ve burlada e incumplida en su imperativo democrático?
Nos parece que un reformismo a modo, como el que ha sido derrotado en las urnas, no es suficiente para satisfacer la vocación pacifista que se pronunció el 1 de julio por un verdadero cambio.
Es llegada la hora de los hombres de Estado. Si esto significa, como lo propuso Lincoln, pensar en las futuras generaciones, la suerte de éstas no puede confiarse a los diseñadores de retacería jurídica.
Entre lo deseable y lo posible, el cambio ha de ser radical o no es cambio. En 68 se escuchó una proclama multitudinaria: La imaginación al poder: Seamos realistas: Pidamos lo imposible, gritaban los jóvenes. No es fácil, decían los abuelos. Si lo fuera, cualquier ocioso lo acometería. Vale.
*Director General del Club de Periodistas de México, A.C.