Desde Filomeno Mata 8
Por Mouris Salloum George
En otras épocas, muchos monstruos de la política mexicana que apenas sabían leer se hicieron cargo de instituciones financieras, corporaciones de estudios técnicos e incluso universidades, sin más armas que un sentido común de caballo a toda prueba.
Cuando los periodistas y amigos les preguntaban cómo le habían hecho para poder manejar con éxito esas estructuras de suyo sofisticadas, los gerifaltes contestaban que todo era cuestión de ocupar el asiento de hasta arriba, y permitirle operar a los que supieran manejar todo, como siempre. Y todos contentos.
Pero una cosa es treparse a una estructura sofisticada y otra muy diferente es hacerlo con soberbia. Creer que porque se es designado o escogido, alguien puede abusar de su impericia, y empeñarse en cambiar todas las reglas del funcionamiento burocrático y aún técnico de cualquier institución.
Las estructuras funcionan solas, de eso se encargó Michel Crozier, el mago del fenómeno burocrático, quien lo demostró en la IV República francesa. Para eso están diseñadas. La dirección de las mismas sólo debe estar sujeta al sentido común para apegarse al espíritu original que animó su fundación.
Sin esta hipótesis no se entendería, por ejemplo, cómo funcionan las bancas estatales de desarrollo en nuestro país, que cargan en sus direcciones generales con vástagos de las clases privilegiadas que jamás han sabido cómo se maneja una cuenta de ahorros personal.
Lo que está pasando en el sector energético es para alarmar a cualquiera que tenga dos dedos de frente. En Pemex se pretende, desde la ignorancia, meterle mano a los conglomerados técnicos y humanos que han mantenido con vida artificial esa paraestatal, hoy empresa productiva del Estado.
Yo no sé a qué santo se va a encomendar el rubro petrolero del gobierno para cumplir su función ahora que se privilegian las energías limpias. Es casi un apodo para una armazón burocrática, ese de empresa productiva, que si no se entiende, dios guarde la hora.
Porque Pemex siempre ha funcionado como una oficina de subcontratos para facilitarle los trámites a las trasnacionales que se encargan de explorar y explotar el recurso natural fósil, sin saber dónde está parada ni sentada.
Independientemente de su despatarrada dirección, la brújula de la empresa productiva Pemex no apunta hacia ningún lado, hacia ningún puerto seguro, que no sea el derroche. Su futuro inmediato es más incierto que oscuro. La intención de ninguna política bilateral corresponde a su funcionamiento.
Y así como Pemex, tampoco se entiende cuál será el papel de la Secretaría del Trabajo y Previsión Social, ahora que los contratos y las estructuras sindicales deban pasar bajo el tamiz de la observación estadunidense para el cumplimiento de las cláusulas T Mec.
Y cuál será el papel de todas las dependencias encargadas de ecología ahora que pasen a esa báscula todos los procedimientos y estructuras que no se han sujetado al Convenio de París, para el abatimiento del carbono en los combustibles.
Parece que ha sonado la hora no sólo de encaramarse, sino de aprender y de entender.
*Director General del Club de Periodistas de México, A.C.