Mouris Salloum George*
Puesto en remojo en El Capitolio por el inicio del juicio político con eventual desafuero precisamente en año de elección presidencial, resultaba previsible que Donald Trump apelaría a toda maniobra, por ruin que fuera, incluso sin la aprobación del Congreso, según tuiteó, para lograr un segundo mandato.
Sirvió de coartada al Calígula anaranjado la muerte en Irak de un contratista (mercenario, según código de guerra) en diciembre pasado. Cobró dos por uno: Dos comandantes; uno de los Guardianes de la Revolución Islámica y otro de las Fuerzas de Movilización Popular. Siguiente paso: Un ataque desproporcionado, según amenazó Trump en su mensaje en redes sociales.
Tormenta del desierto, Libertad Duradera, falta nueva etiquieta
Es la macabra marca del Salón Oval de la Casa Blanca en periodos de gestión por agentes del Partido Republicano: Operación Tormenta del Desierto contra Irak 1990-1991, con George Bush padre; Operación Libertad Duradera en Afganistán, con Bush hijo, 2001-2014. Al “ataque desproporcionado”, Trump no le pone aún etiqueta.
Como sea, la seguridad de la humanidad es puesta de nuevo en vilo. La Guerra nuclear asoma su monstruosa cabeza desde Washington.
El cascaron del huevo de la serpiente se rompió desde hace cuatro siglos: Al arribar al continente americano los invasores anglosajones, el territorio de lo que es hoy la Unión Americana estaba poblado por seis millones de nativos. Los colonos dejaron 600 mil. Luego de la declaración de Independencia, los inquilinos de la Casas Blanca le tomaron sabor al genocidio. Con documentación del siglo XX:
En Corea del Norte, 900 mil chinos sacrificados. Después de ser derrotadas en la Guerra de Vietnam, las fuerzas de ocupación estadunidenses se dieron como cuadrante Afganistán en 1979. En una década, la guerra cobró un millón de vidas.
Para 1986, en Angola. Inventario, 750 mil víctimas. Una década antes, Bolivia había sido el teatro de guerra escogido por la Agencia Central de Inteligencia (CIA). Todavía no se cuantifica el número de víctimas en la muesca del difunto dictador Hugo Banzer.
En Camboya el pretexto fue los Jemeres rojos: Dos millones 500 mil camboyanos muertos. En Chad, 1982, al menos 40 mil bajas. En Chile, con el asesinato del doctor Salvador Allende en 1973, el crimen contabilizo al menos a tres mil civiles.
Colombia, El Salvador, Granada, Guatemala, Honduras…
Desde 1960, la injerencia estadunidense en Colombia, todavía latente, había generado hasta la década pasada casi 70 mil víctimas. República Dominicana en la misma década de los sesenta, con 22 mil tropas estadunidenses de ocupación tuvo un saldo de tres mil dominicanos muertos.
Timor Oriental, con la mano de gato de Indonesia en 1975, 200 mil masacrados, casi un tercio de la población.
El Salvador (1981-1992), con crédito a la Escuela de la Américas: 75 mil víctimas mortales. Granada pasó por su episodio: Al menos 300 muertos. Guatemala, con el derrocamiento de Jacobo Árbenz en 1954 siguieron 42 mil violaciones a los derechos humanos y 200 mil muertos.
Puesto en la mira Haití, 1957-1986, las fuerzas terroristas ultimaron a entre 30 mil y 100 mil personas. Honduras no ha dejado de aportar su cuota de sangre desde 1980: Personal argentino adiestrado en tortura por la CIA arrojó la suma de unos 400 hondureños ejecutados.
Hungría, Indonesia, se contabilizan aparte, pero Irak, de nuevo en la mira, tuvo entre 1980 y 1988, 105 mil muertos. En ese mismo periodo en Irán, unos 261 mil muertos. Irak volvería al inventario después de 2001 con más de 654 mil muertos. El incesante conflicto de Israel contra Palestina nos aproxima a la suma de 200 mil muertos.
El monstruo no se sacia: Clama por más sangre humana
Los datos anteriores, parciales, por cierto, se han recogido del balance realizado durante más de medio siglo por universidades estadunidenses, organizaciones de Derechos Humanos y reportes de los más importantes medios de comunicación norteamericanos.
El monstruo, sin embargo, no se sacia. Hoy lo encarna Donald Trump. ¿Por cuántos muertos va? Imposible saberlo. Restan aún diez meses de campaña presidencial.
*Director General del Club de Periodistas de México, A.C.