Por Mouris Salloum George*
Del endemoniado desbarajuste en que han caído las elecciones generales de 2018, con sucesión presidencial, tomamos como cuadrante representativo el estado de México.
Dos razones -una más que sabida- motivan la selección de esa entidad: Es la patria chica del presidente Enrique Peña Nieto y la isla de la esperanza del candidato presidencial del PRI: José Antonio Meade Kuribreña.
El expediente más inmediato es el de 2017: La consagración como gobernador del priista Alfredo del Mazo Maza contó con el empujoncito jurisdiccional del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación.
El candidato presidencial del PRI, el ex secretario de Hacienda repite a la primera provocación que llegará a Los Pinos siguiendo la ruta del estado de México.
Candidaturas rasuradas y cancelaciones al cuarto para las doce
Puesto en marcha el proceso de 2018, que tiene comicios concurrentes de gobiernos municipales y diputados locales, los consejeros del Instituto Electoral del Estado de México rasuraron con mexiquense alegría las fórmulas y planillas presentadas a registro por diversos partidos de oposición.
En abono de los magistrados del Tribunal Electoral estatal, hay que decir corrigieron la plana a los consejeros y validaron muchas de las candidaturas revocadas.
El 10 de junio pasado debió hacerse la última revisión de cambios en las planillas respectivas: Los hicieron el PRI, Verde Ecologista, Vía radical -el virtual partido del candidato priista al senado Eruviel Ávila Villegas-, Encuentro Social y el frente Juntos Haremos Historia.
A toro pasado, vencido el plazo, los consejeros electorales han empezado a revisar esas solicitudes, para dictaminar lo conducente y enviar a prensas las boletas electorales.
La causa del desafuero del gobernador Mario Ramón Beteta
No es casual que tomemos el estado de México como prototipo del desgarriate. La entidad, con la Ciudad de México y los estados de Veracruz, Jalisco y Puebla, están en posesión del más alto potencial de votantes para el 1 de julio.
Con independencia de lo que digan las encuestas sobre intención de voto en el estado de México para el domingo electoral, no estorba recordar que la noche del 6 de julio de 1988, en la elección presidencial, desde ese enclave se alertaron las alarmas que desembocaron en la caída del sistema de cómputo de la Comisión Federal Electoral. Los resultados preliminares favorecían a Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano.
“Terremoto político”, lo describió después el entonces presidente Miguel de la Madrid. El gobernador mexiquense, Mario Ramón Beteta fue defenestrado a los pocos meses.
Se explica entonces el interés morboso de los observadores sobre lo que está ocurriendo y ocurrirá en la patria chica del presidente Enrique Peña Nieto. Sígale la pista a lo que están haciendo los árbitros electorales locales pero, sobre todo, a lo que harán los consejeros y magistrados electorales federales después de la jornada del 1 de julio.
*Director General del Club de Periodistas de México, A.C.