Por Mouris Salloum George*
Por cierta actitud complaciente, al hortelano le devoran sus cultivos de zanahoria. Al reaccionar tardíamente, sus vecinos hacen risión del damnificado: Después de conejo ido, pedradas al matorral.
Eso ocurre en México con la peste de la corrupción; un asunto cultural, dicen los alcahuetes que han instituido la impunidad.
Otros no cantan mal las rancheras: La corrupción es de siempre; lo que pasa es que ahora, alegan, con la poderosa Ley de transparencia, todos son balconeados: Están en las carteleras públicas. Sí, pero no son castigados.
Del ascenso electoral a “los moches” parlamentarios
Antaño, lo común era que los legisladores mexicanos, a cambio de sus votos en las cámaras, eran estimulados con la promesa de otros cargos de elección popular; hasta de gobernador.
La “nueva clase” -la tecnocrática- ha sido más expedita: Para lograr votos legislativos, por ejemplo, para la aprobación de los Criterios de Política Económica (ingresos e ingresos), en caliente, en cheques o en efectivo, pagan el favor.
Algunos priistas pedían la recompensa denominada en dólares. Más tarde vinieron los moches.
En el primer sexenio de este siglo -el de la primera alternancia presidencial-, en la vieja Casona de Xicoténcatl fue público y notorio que, para lograr votos para la aprobación de una nueva Ley Federal de Radio y Televisión, corrieron ríos de billete verde.
La feria del engrase se magnificó con la compra de votos en el piso de remates del Pacto por México para sacar fast track el paquete de las grandes reformas transformadoras.
Los repartidores del sacrificio de los contribuyentes
En dos legislaturas sucesivas del Congreso de la Unión (2012-2018), el Senado ha sido pastoreado, hasta la fecha, por el priista Emilio Gamboa Patrón; en San Lázaro, la primera cámara sexenal fue operada por otro priista: Manlio Fabio Beltrones Rivera.
Pasadas las elecciones del 1 de julio, hoy están saliendo los mugrosos trapitos al sol: Miles de millones de pesos de los contribuyentes han sido despilfarrados en cohechos y sobornos a senadores y diputados federales.
Salvo honrosas excepciones partidistas que no la han aceptado, una de las prácticas más socorridas es asignar a los coordinadores de bancada partidas de las que no se requieren comprobación contable de los gastos.
En campaña, fue piedra de escandalo que algunos senadores cargaban a la Tesorería las facturas de su prodigalidad personal. En San Lázaro, los legisladores disponen hasta de servicios de estética o baños Yacusi.
Ahí están, en los medios -cuando faltan cinco semanas de que termine el periodo sexenal del actual Congreso de la Unión- las sumas dilapidadas por los coordinadores parlamentarios en sus favoritos. Lo dicho, después de conejo ido, pedradas al matorral.
Mero dato cultural: Gamboa Patrón ha frenado en el Senado la integración y acción del Sistema Nacional Anticorrupción. No vamos, argumentó el yucateco, a permitir una cacería de brujas. ¿Qué pasó con aquello de que, el que nada debe, nada teme?
*Director General del Club de Periodistas de México, A.C.