Por Mouris Salloum George*
Por qué, si se habla de terrorismo ideológico, de terrorismo religioso, etcétera, ¿no se habla con la misma frecuencia y en el mismo tono acusatorio de terrorismo económico?
Acaso porque, quienes lo practican, son causa y efecto de un mismo proceso: La economía especulativa que se ha sobrepuesto, sobre todo en la periferia del Primer Mundo, a la economía productiva, como ocurre ahora en México.
Si vamos a entendernos, preciso es que empecemos por recordar que especulación viene de speculum (espejo); luego, hablamos de supuestos que van más allá de la realidad. Estaríamos asociando ese ejercicio al de simulación, deporte que practican los tecnócratas en sus centros de cómputo y en su comportamiento público.
El otro dato básico a efecto de este tema: En 1907 hizo crack el mercado bursátil en Nueva York. John Moody perdió hasta la camisa: No pagó sus deudas. Pero escribió y vendió sus experiencias de fracaso como jugador de la Bolsa.
Calificadoras, el coco de los timoratos
Un siglo después, la calificadora Moody´s Corporation es el coco de los timoratos. Nadie puede creer en su propia solvencia crediticia, si no pasa por la certificación de ese ente.
Otro sinodal al que se le tiene pavor es la Estándar & Poor´s Corp..
Certificados patito para falsa confiabilidad crediticia
De acuerdo con los detractores de ese tipo de corporativos y sus servicios, por obvias razones éstos procuran poner el acento en los actos de naturaleza política, más que en los impactos y las consecuencias de decisiones equivocadas que toman los jugadores privados en los mercados.
¿Qué se puede deducir de ese método? Que se califica la calidad de un gobierno por la orientación de sus políticas públicas -digamos populistas– más que la calidad del mercado, sus actores (neoliberales) y los resultados de sus aventuradas operaciones.
Como sea, particularmente en Europa las calificadoras neoyorkinas no gozan de buena fama: Se les acusa de provocar grandes pérdidas por falsificar información para dar confiabilidad crediticia a entidades que no la merecen, lo mismo si son corporativos privados o gobiernos, a los que suben o degradan según su voluntad.
Coloquémonos en 2008, año del tsunami que fue comparado con la Gran Depresión de finales de los veinte del siglo pasado. El detonante fue Lehman Brothers y sus hipotecas basura que contaminaron el mercado financiero estadunidense y proyectaron el virus a todo el mundo.
Stándard & Poor´s estuvo detrás de eso que consideró la Gran Estafa. Había dado la máxima calificación a los papeles chatarra de Lehman.
La operación que sacudió el sistema económico europeo
Ese asunto nos parece macro habida cuenta que la economía mexicana todavía no se levanta de la cama.
Pero tenemos un caso de mediana intensidad: Islandia. Por el mismo tipo de calificaciones insustentables, la banca entró en crisis en 2008. Fue de tal magnitud la indignación de los islandeses que, en referéndum, votaron por NO devolver la inversión extranjera. No se acusó al gobierno de populista.
Contrario sensu resultó Portugal en 2011: Los mismos agentes degradaron los papeles públicos (es decir, gubernamentales) de dos sectores clave: Energético e Infraestructura.
El efecto dominó se resintió en todo el continente. Es aquí donde se escuchó la acusación: ¡Terrorismo económico! La Unión Europea le puso grueso tache a dichas calificadoras transpacífico, a cuyo directorio no es ajena la Fitch Rating.
Se quiere prender por el cogote al próximo gobierno
Todo viene a tema porque, desde la campaña presidencial en los Estados Unidos, el inicio de la revisión del TLCAN, la campaña presidencial en México, sus resultados del 1 de julio y primeros enunciados de gobierno de Andrés Manuel López Obrador, esas tres campeonas de la especulación traen a remolque a los actores políticos mexicanos.
A los que salen, porque no les cuadran las cuentas mochas; a los que entran, porque no les están dando tiempo ni de montar en sus caballos. (En la atmósfera queda un tufo a chantaje.)
Lo cierto es que la economía mexicana, como consecuencia de la purga de caballo que le asestaron los tecnócratas neoliberales desde hace 30 años, apenas tiene alientos para reptar.
Entre 2009 y 2011 el presidente saliente blasonaba de ser el jinete domador de la tormenta y pregonaba que le dejaría al entrante un barco de gran calado. Alguien explicó ese hueco optimismo: El secretario de Hacienda mexicano estaba considerado en Nueva York el mejor comprador de calificaciones; naturalmente, vendidas por aquellas calificadoras. Como decía el spot: Negocio redondo.
*Director General del Club de Periodistas de México, A.C.