martes, abril 23, 2024

DEBATES Y DESLINDES: Los toros y la ilusión

Por Gabriel Pereyra

Nunca había visto una fiesta taurina donde las vacas  embistieran con tanta frecuencia y fortaleza, donde los toreros  fueran golpeados tantas veces, aventados por los aires  y revolcados, donde hubiera más valor, arrojo,  deseo de triunfar;  pundonor, alegría, voluntad de torear,  y hacer gozar al respetable. Todo ocurrió de maravilla y se cortaron tres orejas  en la primera gran vacada de la temporada.

La Plaza de Toros de Saltillo  no tiene el sabor que da la antigüedad como la de Aguascalientes,  Monterrey  o Guadalajara, ya no se diga  la de Acho de Lima, ni el prestigio  de algunas grandes ciudades como Sevilla, Madrid o México. La plaza de Saltillo es relativamente nueva no tiene más de treinta años, se inauguro  el  8 de agosto de 1992  cuando  la administración de  Eliseo Mendoza  les dio en comodato un terreno y compraron una plaza de pueblo que se estaba desasiendo en Reynosa Tamaulipas, no caben más de 4,500 gentes,  sin embargo la afición  a los toros de este pueblo   es más antiguo que la catedral o la casa donde habito que tiene más de 4 siglos de haber sido construida. En sus tendidos  nunca se ven  turistas  o villa melones,  asisten   maestros  de la tauromaquia que te miran  por encima del hombro  si no sabes  de la fiesta.

Pero en esta placita provinciana ocurren a veces cosas notables, como la del sábado 25 de mayo en la primera gran Vacada de la temporada. Todo coincidió para producir esa maravilla: la magnífica tarde de sol alto, lento en su caída,  y cielo azul, las vacas flacas e imbuidas de la liberación femenina que recorre el mundo y que embistieron  mejor que muchos astados de gran calado, bravas, alegres, nobles, con una figura  que nos recordaba a los animales que se mueren de hambre y de sed en el desierto,  pero con el entusiasmo y los deseos de embestir  que llenaron de apuro a los noveles matadores  y sus cuadrillas, quienes volaron por el aire varias veces, fueron arrastrados,  topeteados   y no perdieron la   voluntad de gozar y hacer gozar.

El festival estuvo  simpático y comunicativo con los tendidos,  los jóvenes aspirantes de torero   algunos  con bozo en la cara,  demostraron valor, templanza, arrojo y deseos de trascender, también mostraron miedo, se midieron las posibilidades reales  de algunos  aspirantes y la incapacidad de otros  para dar ese paso  que separa el arte de la muerte

Todos estos aspirantes a toreros banderillean,  en ocasiones con  exageración, exponiéndose de más o dando de  menos y entonces las banderillas se quedan en el aire y caen al ruedo como  una expresión de lo imposible. La  suerte de banderillas  está más cerca de la danza, o el  ballet. Estos jóvenes no lo saben, solo tienen valor,  pero en ocasiones muestran  la belleza  de la plástica.

Fueron faenas redondas,  si uno no está en contra de los desplantes y una cierta dosis de histrionismo en la arena,  también eso  forma  parte de la fiesta, y está consciente  de que son aspirantes   a toreros. Se   produjeron   figuras con una belleza impresionante que les da la juventud y el arrojo. Seguramente que de estos jóvenes  no se  ocupan los poetas, músicos, cantantes,  pintores, escultores, novelistas, pero en sus primeros capotazos  se  acercan a veces a producir una belleza impregnada de  claro oscuros, que nos revela una verdad recóndita sobre lo bello  de la fiesta,  sobre lo que hay de excitante y trágico  en los que buscan  que  su destino sea una plaza  para   encerrarse con el toro en un diálogo secreto y público.

Fue una tarde muy bonita  el triunfador fue un jovencito que solo tiene 6 años de edad más que mi nieto Emilio,   Paco Valdés,  a quien su padre observaba  en silencio desde el redondel y su apoderado lo puteaba exigiéndole que si se  acercara al toro no hiciera payasadas. Yo,  acompañado de más de quinientos años de amor a la fiesta,  de Valdemar Saucedo  Galindo, un hombre que enfrento a los toros, de Jesús Ramos, “Chuy”, quien siempre tiene una salida ocurrente ante las bromas,  de José Luis  Arreola y de Ismael Fuentes,  quien desde su Peña La Asoleada, dedica todas sus horas de jubilado a  disfrutar los toros, habla de ellos, se prepara para las corridas y les regala sarapes de Saltillo a  los grandes toreros. Todos disfrutamos la vacada.

Aquí en Oaxaca después del decreto de don   Benito Juárez  de prohibir las corridas, tuvo que nacer Juan Arturo López Ramos para que convenciera a su Gobernador  que  desapareciera  la prohibición. Ahora hay en El Tule  una plaza de toros que a veces cumple otras funciones.  Bienvenida la posibilidad de que haya corridas, de que se celebren estas fiestas. Ahora que,   en contra de la corriente de que se acabe la fiesta,   los franceses han declarado la corrida un bien cultural de la nación y  en Suecia hay una peña taurina con varios cientos de afiliados. En la fiesta brava como se le conoce se vive la magia,  la belleza, el riesgo, la gracia,  la vitalidad  y lo que queda de la hombría de los toreros,  que,   en estos tiempos de liberación femenina  hasta a las vacas han contagiado de un valor y un arrojo envidiable,  como se vio en esa Vacada del sábado donde un grupo de adolescentes comprometen su vida en esa vocación que lo llevará a enfrentarse,  lidiar,  triunfar y en algunos casos,  morir en el ruedo.ggpereyra@hotmail.com

 

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