Por Gabriel Pereyra
Nunca había visto una fiesta taurina donde las vacas embistieran con tanta frecuencia y fortaleza, donde los toreros fueran golpeados tantas veces, aventados por los aires y revolcados, donde hubiera más valor, arrojo, deseo de triunfar; pundonor, alegría, voluntad de torear, y hacer gozar al respetable. Todo ocurrió de maravilla y se cortaron tres orejas en la primera gran vacada de la temporada.
La Plaza de Toros de Saltillo no tiene el sabor que da la antigüedad como la de Aguascalientes, Monterrey o Guadalajara, ya no se diga la de Acho de Lima, ni el prestigio de algunas grandes ciudades como Sevilla, Madrid o México. La plaza de Saltillo es relativamente nueva no tiene más de treinta años, se inauguro el 8 de agosto de 1992 cuando la administración de Eliseo Mendoza les dio en comodato un terreno y compraron una plaza de pueblo que se estaba desasiendo en Reynosa Tamaulipas, no caben más de 4,500 gentes, sin embargo la afición a los toros de este pueblo es más antiguo que la catedral o la casa donde habito que tiene más de 4 siglos de haber sido construida. En sus tendidos nunca se ven turistas o villa melones, asisten maestros de la tauromaquia que te miran por encima del hombro si no sabes de la fiesta.
Pero en esta placita provinciana ocurren a veces cosas notables, como la del sábado 25 de mayo en la primera gran Vacada de la temporada. Todo coincidió para producir esa maravilla: la magnífica tarde de sol alto, lento en su caída, y cielo azul, las vacas flacas e imbuidas de la liberación femenina que recorre el mundo y que embistieron mejor que muchos astados de gran calado, bravas, alegres, nobles, con una figura que nos recordaba a los animales que se mueren de hambre y de sed en el desierto, pero con el entusiasmo y los deseos de embestir que llenaron de apuro a los noveles matadores y sus cuadrillas, quienes volaron por el aire varias veces, fueron arrastrados, topeteados y no perdieron la voluntad de gozar y hacer gozar.
El festival estuvo simpático y comunicativo con los tendidos, los jóvenes aspirantes de torero algunos con bozo en la cara, demostraron valor, templanza, arrojo y deseos de trascender, también mostraron miedo, se midieron las posibilidades reales de algunos aspirantes y la incapacidad de otros para dar ese paso que separa el arte de la muerte
Todos estos aspirantes a toreros banderillean, en ocasiones con exageración, exponiéndose de más o dando de menos y entonces las banderillas se quedan en el aire y caen al ruedo como una expresión de lo imposible. La suerte de banderillas está más cerca de la danza, o el ballet. Estos jóvenes no lo saben, solo tienen valor, pero en ocasiones muestran la belleza de la plástica.
Fueron faenas redondas, si uno no está en contra de los desplantes y una cierta dosis de histrionismo en la arena, también eso forma parte de la fiesta, y está consciente de que son aspirantes a toreros. Se produjeron figuras con una belleza impresionante que les da la juventud y el arrojo. Seguramente que de estos jóvenes no se ocupan los poetas, músicos, cantantes, pintores, escultores, novelistas, pero en sus primeros capotazos se acercan a veces a producir una belleza impregnada de claro oscuros, que nos revela una verdad recóndita sobre lo bello de la fiesta, sobre lo que hay de excitante y trágico en los que buscan que su destino sea una plaza para encerrarse con el toro en un diálogo secreto y público.
Fue una tarde muy bonita el triunfador fue un jovencito que solo tiene 6 años de edad más que mi nieto Emilio, Paco Valdés, a quien su padre observaba en silencio desde el redondel y su apoderado lo puteaba exigiéndole que si se acercara al toro no hiciera payasadas. Yo, acompañado de más de quinientos años de amor a la fiesta, de Valdemar Saucedo Galindo, un hombre que enfrento a los toros, de Jesús Ramos, “Chuy”, quien siempre tiene una salida ocurrente ante las bromas, de José Luis Arreola y de Ismael Fuentes, quien desde su Peña La Asoleada, dedica todas sus horas de jubilado a disfrutar los toros, habla de ellos, se prepara para las corridas y les regala sarapes de Saltillo a los grandes toreros. Todos disfrutamos la vacada.
Aquí en Oaxaca después del decreto de don Benito Juárez de prohibir las corridas, tuvo que nacer Juan Arturo López Ramos para que convenciera a su Gobernador que desapareciera la prohibición. Ahora hay en El Tule una plaza de toros que a veces cumple otras funciones. Bienvenida la posibilidad de que haya corridas, de que se celebren estas fiestas. Ahora que, en contra de la corriente de que se acabe la fiesta, los franceses han declarado la corrida un bien cultural de la nación y en Suecia hay una peña taurina con varios cientos de afiliados. En la fiesta brava como se le conoce se vive la magia, la belleza, el riesgo, la gracia, la vitalidad y lo que queda de la hombría de los toreros, que, en estos tiempos de liberación femenina hasta a las vacas han contagiado de un valor y un arrojo envidiable, como se vio en esa Vacada del sábado donde un grupo de adolescentes comprometen su vida en esa vocación que lo llevará a enfrentarse, lidiar, triunfar y en algunos casos, morir en el ruedo.ggpereyra@hotmail.com