Por Gabriel Pereyra
Escucho a personas comentar que el Covid 19 no existe, que es una forma de control de los chinos, del gobierno y que no hay que tomar medidas de prevención. Mientras ellos o un familiar cercano no se enfermen, van a ignorar y negar esa enfermedad. Lo trágico es que cuando aparece en nuestro cuerpo o en una persona cercana ya es tarde. Esta se presenta dolorosa, desgarradora e invalidante. Acaba con las personas, las destruye, lesiona sus pulmones y otros órganos vitales y en un 12 por ciento de los casos es mortal.
Los contagios se están dando de manera masiva e irregular en todo el mundo. En los Estados Unidos, Nueva York, la Gran Manzana, enfrenta los casos más severos, en Europa Roma, Milán, Paris y Madrid fueron las ciudades más castigadas. En México, hay 21,872 casos de enfermos confirmados activos y 16,448 defunciones desde que se inició la pandemia. Como la enfermedad y los contagios están en movimiento, no se puede hacer un pronóstico definitivo de cuándo va a terminar y que mutaciones puede tener. Nos dice que en octubre pasara a otra etapa esta pandemia, que como en la edad media nos tiene inmersos en el terror.
Por lo pronto habrá que hacer caso a las indicaciones de los gobiernos federales y de los estados, que son los que tienen la mejor información posible y que consiste en extremar los cuidados de prevención, lavarse las manos, usar cubre bocas y no asistir a sitios multitudinarios.
El Covid 19 terminó con la vida de uno de los hombres más valiosos y solidarios que he conocido, el doctor Jorge González de la Lanza, (Popo) médico cirujano. Egresado de la UNAM. Jorge nunca dudo en ponerse del lado de los débiles, de los pobres, de los sin derecho a nada, los aliviaba, ayudaba y buscaba con ellos la solución de los problemas.
Desde su trinchera, un pequeño hospital en Ciudad Netzahualcóyotl, ayudó a todo aquel que se acercó en busca de apoyos. Cuido de sus hermanos, de su madre, de sus tías y familiares que llegaron a requerir cuidados permanentes e intensivos. Seres que lo quisieron desde chico recibieron su hospitalidad, el trato amable y la atención más cuidadosa. Era una ser agradecido y generoso. Así atendió a cientos de habitantes de esa zona que lo buscaban con la seguridad del alivio. Su existencia fue siempre una inquietud sin tregua.
Cualquier disciplina que conocía la dominaba perfectamente. Aprehendió gramática desde muy pequeño y en su etapa de estudiante fue corrector de estilo en el periódico El Día. Ideológicamente era revolucionario. Estaba en la preparatoria y se unió al movimiento de 1968, participaba en mítines, en asambleas en su escuela. Era un lazo de unidad entre los maestros, directivos escolares y estudiantes. Nos enseñó que la risa y sentido del humor son formas de mitigar los problemas y dolores.
Si vida estudiantil transcurrió en hospitales y aulas, empezó a trabajar en las cirugías, aprehendiendo de sus maestros y perfeccionando las técnicas. Fue uno de los cirujanos más solicitados cuando estuvo en el IMSS, en el ISSSTE, en su clínica realizaba verdaderas proezas. Su vida profesional fue un apostolado. Siempre en busca de nuevos horizontes. Era un excelente médico clínico y un cirujano de primera. Una de mis hijas escribió el viernes una nota que voy a transcribir, porque pinta en otro tono y otras palabras la personalidad de este ser humano que, con su partida, es un dolor lacerante.
“Hola querida familia soy Gabriela, quiero compartir con ustedes estos momentos. Estaríamos reunidos en el velorio de “Popo” (Jorge González), recordando lo maravilloso que fue para todos. Se fue uno de los pilares de esta familia, el que siempre nos enseñó a reírnos de nosotros mismos, el que convertía el drama en chiste, el que siempre entraba con esa gran sonrisa y hacia voltear la mirada hacia él, él que abrazaba con fuerza demostrando ese amor que tenía por todos, el gran doctor incondicional, en el que todos podíamos tener la confianza de consultar. Si estuviera con nosotros se estaría riendo de todo y haría el momento más ameno. Siempre lo recordaré con gran alegría y mucho amor. Me siento agradecida con la vida por haberlo conocido, por pertenecer a esta familia y así como lo han estado haciendo, compartamos todos el día de hoy un recuerdo hermoso de él. Yo les envío este pequeño video a continuación, que se que para todos será un hermoso tesoro” Son pocas las palabras que hay que añadir. Salvo pedirles a todos que se cuiden. No es broma, existe el coronavirus y mata.
Disciplinas.
En Oaxaca finalmente las autoridades decretaron días de encierro absoluto para parar la ola de contagios. Las cifras de enfermos y muertes han hecho explosión, como corresponde a una región que está calificada como una de las más subdesarrolladas del México. No hay médicos suficientes, no hay hospitales, no hay recursos, el analfabetismo priva en un alto porcentaje de la población y existe una desobediencia civil tradicional. En síntesis, vivimos un caos peligrosísimo. Cada uno tiene que hacerse responsable de sí mismo.
En la zona metropolitana de la ciudad de México ocurren cosas graves, hay un alto porcentaje de enfermos que no saben que son transmisores y contagian a sus cercanos. Algunos sobrevivientes del Covid 19 han quedado con graves lesiones en sus pulmones y aparato respiratorio que les impiden respirar bien y se desmayan en los vagones de transporte colectivo. Viene una parte de la que nadie habla, de curar las secuelas de los sobrevivientes, a quienes no perdieron la vida, pero quedaron con lesiones y no pueden reincorporarse al trabajo.