miércoles, abril 24, 2024

DE ENCANTOS Y DESENCANTOS: Orgullo, la dignidad como esencia

*Mónica Herranz

 

Charlábamos tranquilamente cuando de pronto un hombre se acercó y con un gesto de desprecio fingió tropezarse para darle, descaradamente, un puntapié a mi acompañante de café. Reaccionariamente me levanté con el afán de defenderlo, pero él me detuvo y sólo por el miedo que su mirada expresaba me contuve, quedándome perpleja e impotente frente a una situación que a mi parecer era totalmente injusta. Claro que mi forma de pensar salía de la norma de lo contrario ese puntapié no hubiera existido, ni esa mirada hubiera expresado miedo.

 

Corría el año de 1965 y cuando algún hombre homosexual se delataba como tal por algún gesto, ademán o  conducta, o cuando simplemente algún extraño lo suponía gay, parecía que podía ser atacado sin que hubera repercusión alguna. Bueno, no lo parecía, en realidad así era, pero lo sabíamos y lo comentamos en aquel café: eso no sería así por siempre.

 

Para 1968, las tensiones en Greenwich Village entre la policía y la comunidad gay eran cada vez mayores, las redadas más comunes y los atropellos e injusticias se cometían sin ton ni son y esto duró hasta que la comuidad comenzó a organizarse para poder disponer de lugares en dónde pudieran reunirse sin ser arrestados. Si, escuchaste bien, arrestados.

 

El aire olía a rebelión y tanto la sociead como el estado parecían asustados por aquella realidad, de modo que ejercían cada vez mayor presión por condenar a personas homosexuales como delincuentes sin importar si lo eran o no y cuando digo si lo eran me refiero a si habían cometido realmente algún delito, no evidentemente, a su preferencia sexual. En fin, fue un 28 de Junio ya del año sesenta y nueve cuando todo estalló, hubo en Stonewall, Nueva York, grandes disturbios causados por la represión y la condena por un lado, y por el cansancio de tratos vejatorios y falsas acusaciones por el otro. Ese zafarancho, porque eso es lo que fue, una batalla, marcó el inicio de la lucha por los derechos homosexuales.

 

Entonces yo era jóven y estaba llena de energía, me preocupaba la injusticia y ahora que soy mayor me sigue preocupando. Se que fui criticada y mucho, pero importándome poco, participé junto con mi amigo en una de las primera marchas del orgullo que se llevaron a cabo en Nueva York y Los Ángeles en 1970. Los jóvenes de distintos paises del mundo acabábamos de atravesar por el movimiento del sesenta y ocho pero teníamos energía para mucho más.

 

Imagínate que entre 1950 y 1960, en Estados Unidos, un hombre adulto podía ser acusado de “crimen” por tener intimidad o relaciones sexuales con otro hombre de manera consensuada en la prvacidad de su casa y por cometer tal “crimen” podían esperarle entre cinco y veinte años de cárcel. Eso sin mencionar que podían ser sometidos a terapias de electrochoques, castración, hipnosis o lobotomías, con el propósito de “curar” su homosexualidad. Sin duda fueron tiempos difíciles para muchas personas.

 

Tu bisabuelo nunca se enteró de mis incursiones en esas marchas, si lo hubiera sabido quizá le hubiera dado un infarto, hombre educado en otros tiempos a fin de cuentas, pero mi madre era más comprensiva y empática, de modo que cuando terminé mis estudios en Nueva York y volví a México, ella de buena gana me encubrió para que pudiera escaparme y participar en la que en realidad fue la segunda marcha del orgullo en México que tuvo lugar en 1979. La primera había tenido lugar en el setenta y ocho pero en la que se integraron coletivos más numerosos y tanto de hombres como de mujeres fue en la del setenta y nueve.

 

Nunca me han atraido las mujeres, a mi el abuelo me gustaba mucho, pero mi heterosexualidad no me impidió distinguir que una persona no se define solamente por su identidad sexual y que la salud mental o la patología se encuentran mucho más allá de una preferencia. La vida me ha demostrado que hay maravillosos seres humanos homosexuales y que hay tremendos perversos heterosexuales y viceversa, es decir, en todos lados se cuecen habas, pero hay que tener capacidad, empatía y citerio para poderlo comprender así.

 

Por eso, si tu decides marchar este año, hazlo con dignidad, porque esa fue la escencia de las primeras marchas o, ¿por qué crees tú que se llama marcha del orgullo?. Orgullo, lingüísticamente, hace referencia al amor propio o a la estima que cada persona tiene de sí misma como merecedora de respeto o consideración, por lo que la naturaleza del mensaje está en que ninguna persona debería sentirse avergonzada por lo que es.

 

Se congruente contigo querida y actúa desde ahí, enorgullécete de quien eres, se digna de ti y de quienes te rodean e importan, actúa desde el respeto, pero no por que tengas equis o ye preferencia. Si me dijeres que como heterosexual quisieras participar en la marcha a favor o en contra de lo que sea te diría lo mismo o aunque no participaras en marcha alguna, mi sugerencia no cambiaria, respeta, respétate y se digna de ti.-

 

Recuerdo esto último como un mantra de vida heredado por mi abuela, mujer anticipada a su tiempo. Nunca, nunca, doctora, olvidaré esa conversación con ella.

 

*Mónica Herranz

Psicología Clínica – Psicoanálisis

facebook.com/psiherranz psiherranz@hotmail.com

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