sábado, abril 20, 2024

DE ENCANTOS Y DESENCANTOS: Los no elegidos

*Mónica Herranz

“Dícese por ahí y es creencia popular que todos tenemos una razón de existir, una meta en la vida y sí, podría ser cierto. No me consta ni tengo pruebas de ello, sin embargo resulta hasta cierto punto lógico ya que sería un tanto raro pensar que estamos en este mundo sólo porque si, y aunque  tal premisa no fuera verdad, el creerla cierta, muy probablemente haga más llevadero nuestro paso por este mundo.

 

Yo por ejemplo me paro todos los días, salgo a trabajar, con ello obtengo dinero y lucho por poderme dar mis gustos y formar un patrimonio, ¿para qué?, quien sabe, si  de todos modos me voy a morir y tal vez todo eso no me sirva de nada, sin embargo, me esfuerzo día trás días, finalmente si ese no es el motivo de mi vida, sí la hará más llevadera.

 

En ese sentido, amplio sentido, efectivamente podría conceder que todos tengamos un propósito en la vida, pero así como lo estoy planteando, tales metas pueden resultar un tanto vagas; lograr tener una casa, un coche, pagar unas vacacioines, etc, ¿son motivos de vida?, dependerá de cada quien.

 

Pero hay una meta en particular, un motivo de vida que pareciera ser deseable y relevante para todo mundo o al menos para la mayoría y que tiene que ver con un sentimiento universal, ¿cuál?, pues el amor. Y, ¿cuál es la meta en el amor?. Biológicamente podríamos decir que es la reproducción, digo, después de todo, si no nos reprodujésemos nos extinguiríamos. ¿Será lo único?, creo hay algo más allá, y es encontrar una pareja, encontrar una persona con quien compartir la vida. Antigüamente era una para toda la vida, hoy, podríamos hasta pensar que sean varias a lo largo de la vida, ya dependerá de cada quien, pero el asunto es estar en pareja.

 

Estar en pareja como meta de vida…, ¡Ufff!, a ver por dónde empiezo. Desde pequeños se configura esta idea en nosotros ¿no?. Los juegos de la infancia, jugar a la casita, los cuentos de princesas que encuentran al príncipe azul o el príncipe azul que ha encontrado a su princesa, y así vamos creciendo, de modo que recién llegada la pubertad o incluso desde antes ya andamos pensando en el novio o la novia y es entonces que oficialmente entramos al mercado del amor, por llamarlo de alguna manera.

 

Si imaginamos este mercado como un mercado común y corriente, al primcipio vamos con dinero que,  en lo simbólico, serían las herramientas emocionales que tenemos junto con nuestra historia, bueno, pues con ese dinero vamos felices a comprar al mercado y hacemos las típicas preguntas. ¿A cómo está el kilo?, ¿está fresco?, ¿cuánto es lo menos?, etc, y compramos. En algún punto incluso podemos volvernos compradores compulsivos, pero ese es otro tema, el punto es que compramos y, compramos, porque además sentimos que tenemos mucho dinero así que no nos importa gastar.

 

Luego llega un día en el que entrando a casa vemos que lo que compramos venía mayugado o echado a perder y vamos al mercado para que nos lo cambien y en ocasiones la marchanta lo cambia y en otras dirá que ya no es posible. A veces sucede que compramos algún producto muy delicado y en el trayecto se ha roto y otras pasa que nos dan gato por liebre y, está bien, sólo así vamos aprendiendo a ser más selectivos al hacer nuestras compras, más precavidos en el camino y nos volvemos más cuidadosos a la hora de  gastar nuestro “dinero”.

 

Pero, ¿a qué voy con todo esto?, ¿cómo es que de estar hablando de amor terminé hablando del mercado?. Bueno, mi punto es que vamos al mercado a elegir, y en un mercado emocional, no sólo a elegir sino a ser elegidos también, y así hay parejas que se encuentran, porque los han elegido y han elegido y esa, para bien y para mal, es la meta de mucha gente en esta vida, encontrar el amor, elegir y ser elegidos.¡Bien por ellos!, en verdad me alegro, pero obvio existe un pero.

 

Cada vez que alguien va al mercado emocional y encuentra a su elegido o elegida y es correspondido o correspondida, equivale a que habrá dos productos menos en el mercado. Y el problema de estos mercados, es que a diferencia de un mercado común en el que el abasto es constante, ahí el abasto tiende a ser digamos, generacional. Así que más o menos por ejemplo, están en el mercado los de veinte a treinta que desean elegir y ser elegidos, o los de treinta a cuarenta, pero uan vez que la elección ha sucedido pasan auntomáticamente a otro departamento, el de los novios. De ahí pueden regresar al área principal o pueden cambiar al de los esposos, en el que puede ser que se queden o que pasen más adelante al de los divorciados o al de los viudos, y es que ellos, aunque ya no estén en pareja, también eligieron y fueron elegidos, y así hay varios departamentos que, conforme se llenan, van dejando vacía el área principal.

 

El punto es que cada vez que hay una elección, el departamento principal se va quedando más y más vacío, quedando sólo los que no han elegido o no han sido elegidos y llega el día en que dejas de tener veinte o treinta o cuarenta y ya no puedes estar más en ese departamento y eres desterrado de esa área del mercado. Llega producto nuevo de ese rango de edad, pero tú ya saliste de él, por lo que no puedes permanecer y es justo en ese momento cuando pasas al departamento menos común y quizá menos concurrido de ese mercado, la seccion de los no elegidos. Y por si eso no fuera suficiente, generalmente cuando se llega ahí, no digamos ya que tienes poco dinero emocional, lo más probable es que incluso estés en números rojos. Y ahí vas con tu déficit emocional a ver si en el departamento de los no elegidos consigues a quien elegir y aparte que coincida con que esa misma persona te elija. Algunos aun lo logran y otros tantos no.

 

Hace tiempo, mucho tiempo, leí un libro que se llama Los renglones torcidos de Dios, hace tanto, que ni siquiera recuerdo bien la historia, aunque si conservo la impresión de que era un gran libro, pero a lo que voy es que si bien la historia se me olivió con el paso del tiempo, el título no, éste llamó significativamente mi atención. Desde que lo vi en el escaparate me pareció un título poderoso.

 

Antes de comprarlo e incluso antes de ver la reseña ya estaba imaginándome o relacionando eventos y situaciones con ese título y, después de toda esta disetración, he llegado a la conclusión de que quizá los no elegidos formamos, un poco, parte de esos renglones torcidos de Dios, pero no en un sentido religioso. Menociono a Dios por que así se titula el libro y en cierto sentido me provoca imaginarme a un Dios que tal vez al escribir la historia de los que formamos parte de los no elegidos, se quedó dormido, o se salió del márgen o se fue chueco en la línea y por eso está así, inconclusa nuestra historia.

 

Y bueno, no me voy a desviar de la idea, la cuestión es que a veces me siento así, un renglón torcido,  porque formo parte de los no elegidos, o bueno, un momento, ¿será que los no elegidos somos los renglones torcidos o que en vez de serlo, somos quienes los escribimos?, y es más, si la razón de existir es tener o encontrar una pareja, que por ahí empezamos, ¿cuál sería entonces la razón de los no elegidos?.”

 

Trás esta intensa disertación, el paciente se incorporó del diván con una asombrosa expresión de interrogación.

 

*Mónica Herranz

Psicología Clínica – Psicoanálisis

facebook.com/psiherranz psiherranz@hotmail.com

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