Fernando Irala
Se cumple una semana escasa de la toma de posesión de Donald Trump, y el flamante mandatario de vuelta en la Casa Blanca ya ha cumplido algunas de sus amenazas, formuladas durante su campaña y en las semanas previas a su toma de posesión.
No todas las anunciadas ni al ritmo que prometió, pues algunas de sus órdenes ejecutivas ya han encontrado resistencias en el propio sistema legal norteamericano y otras por su naturaleza demorarán en su instrumentación; pero lo cierto es que esa historia acaba de comenzar.
Por lo pronto las medidas antiinmigrantes ya están en operación, y se han producido las primeras deportaciones hacia México y otros países de América Latina. Este flujo irá en crecimiento en los días y meses próximos.
Otras dos amenazas siguen un proceso para llevar a cabo su ejecución: En breves plazos se determinará a juicio del gobierno norteamericano si México y Canadá son países productores e introductores de fentanilo hacia territorio estadounidense, luego de lo cual hay el amago de imponer en represalia aranceles a los productos exportados desde esas naciones vecinas. También, el plan de declarar a los carteles de la droga como organizaciones terroristas, eventualidad que tiene innumerables consecuencias, pues con ello la administración de Trump se proveerá de una base legal para las acciones de combate contra estos grupos, incluso el extremo de realizar operativos de captura en las zonas donde se encuentran, situación que afectará profundamente la relación entre los países de la región.
Un frente más se perfila aunque un poco menos inmediato, con los preparativos para revisar el Tratado comercial del norte del continente, lo cual tendría lugar dentro de un año, bajo la premisa de que México y Canadá han obtenido los mayores beneficios, y que los norteamericanos sólo obtienen pérdidas económicas.
Otras muchas acciones que afectan no sólo a los países vecinos o a la región, sino al planeta entero, están en marcha: en época de pandemias y de riesgos a la salud humana, Estados Unidos se ha retirado de la Organización Mundial de la Salud, y también lo ha hecho del Acuerdo de París, la principal iniciativa global para detener y revertir el cambio climático, por citar sólo dos temas muy relevantes.
Estamos, en suma, ante una involución acelerada en las políticas de una gran potencia, cuyo gobierno sólo quiere volver al pasado, y perseguir una grandeza que se ha ido para siempre, porque el mundo ya cambió.
En vez de liderar las transformaciones y construir el futuro, la estrategia es recordar viejos tiempos y retornar a ellos. Signo de la época. Algo de eso también nos ha pasado aquí.