Fernando Irala
Dos años se cumplieron del sismo, increíblemente ocurrido en el aniversario de otro terremoto que causó muerte y destrucción en la ciudad de México.
La efeméride dio pie a ceremonias de duelo y remembranza, y a un macrosimulacro, que en algunos lugares y momentos pareció más bien un teatro fúnebre.
Sirvió también para hacer recuentos y reclamos de los damnificados, la mayor parte de los cuales siguen sin recuperar el lugar que tenían para vivir.
Los planes de reconstrucción se han retrasado. La administración cambió y los nuevos funcionarios aún no acaban de encontrarle la cuadratura al círculo.
Ahora se prometen grandes recursos para dar un impulso a la reposición de inmuebles el próximo año.
Ojalá así sea, porque entretanto quienes perdieron su vivienda en unos cuantos segundos, han pasado ya un bienio tratando de recuperar la normalidad.
Y habrá simulacros más seguido, anunció la jefa de Gobierno, para generar una mayor conciencia y preparación de la población para una respuesta ágil en caso de movimientos de tierra catastróficos.
Lo cual está bien, pero tal vez convendría que los funcionarios del gobierno de la ciudad, además de ejercicios de desalojo de edificios, los hicieran del papeleo requerido para dar visto bueno a la reconstrucción de inmuebles.
Así, tal se agilizarían los trámites, ¿no?