Fernando Irala
Todo comenzó con el triunfo del actual Presidente en las urnas, cuando empezó a concretarse su aversión al avión presidencial, el adquirido en los tiempos de Felipe Calderón, pero que no alcanzó a utilizar él, sino sólo el siguiente mandatario, Enrique Peña Nieto.
Que ese avión no lo tiene ni Obama, le dijeron, y él adoptó la frase, aunque como muchos de sus dichos es inexacta. El entonces Presidente norteamericano usaba, y le heredó a su sucesor, no uno, sino dos aeronaves Boeing 747, que siempre vuelan juntas, para reducir las posibilidades de éxito de un atentado al avión presidencial. Estas aeronaves, por cierto, están en proceso de ser sustituidas por otros dos aparatos iguales, que ya no se encuentran en el mercado por lo que serán de fabricación especial. Ambos costarán, por supuesto, mucho más.
Condenado al desuso el José María Morelos, que así se llama el avión mexicano, primero le tocó exilio en Estados Unidos, en un alejado aeropuerto en el desierto, donde supuestamente sería vendido.
No pudo concretarse ninguna operación, pero ya por más de un año se han pagado muy altos costos de pensión y mantenimiento. Ahora regresará a tierras mexicanas, una vez que haya sido puesto en condiciones de volar nuevamente, después de su largo abandono.
A partir del anuncio de su retorno, el destino del avión ha sido objeto de una imaginativa campaña, desde la intención expuesta, luego retirada y ahora retomada de venderlo, hasta la ocurrente idea de rifarlo, luego de adjudicarlo a varios premiados, y finalmente utilizar su nombre para bautizar un sorteo de la Lotería, el mayor que esa institución haya hecho en su vida, cuyos premios los entregará otra institución para que el dinero recaudado se dedique a la compra de equipo médico.
La historia se cuenta sola.
Entretanto, de impuestos de los mexicanos se pagan desde hace más de catorce meses boletos de líneas aéreas comerciales para el primer mandatario y su comitiva en cada gira que se realiza.
Otros aviones de la Fuerza Aérea sí se han movido, para traer los restos de José José y a Sarita, o a Evo Morales, quien de salida sí se fue en avión comercial. A China, por nuestros compatriotas atrapados en la gripe del coronavirus, no hubo avión oficial.
Es de entenderse que hay niveles y prioridades.
Así s esto de los aviones, diría un clásico.