Fernado Irala
Cuando todavía no cumple un semestre el gobierno de Andrés Manuel López Obrador, diversos sectores agraviados se manifestaron el pasado domingo en la ciudad de México y en otras capitales del interior del país.
Dejaron sentir su descontento con el actual régimen, concretado en una exigencia tan simple como contundente: Renuncia, AMLO.
Son fifís, seguramente responderá el habitante de Palacio Nacional ante las marchas, que no son las primeras, pues apenas comenzado su gobierno hubo diversas protestas, y hace un par de meses la organización que ahora convocó realizó un primer intento de manifestación nacional simultánea.
No les resultó entonces, aunque hoy se notaron en mayor medida sus adeptos, y lo previsible es que la inconformidad crecerá irremediablemente si la situación no varía en un futuro próximo.
Diversas razones del descontento se plantearon en mantas, pancartas y en diversos testimonios que, como en toda expresión multitudinaria, fueron de los argumentos políticos y económicos al juicio sumario.
Para los críticos de la 4t, es una llamada a tiempo que no debiera ser subestimada. Pero seguramente lo será, como lo fue la lejana marcha del silencio en 2004, cuando el hoy Presidente era jefe de gobierno de la ciudad de México.
Hace pocos días el mandatario acaba de refrendar su juicio: la demanda de seguridad y paz es básicamente de los conservadores.
Por lo tanto la alerta será subestimada. Ya lo han sido los pronósticos de bajo crecimiento de la economía; incluso los datos contundentes al cerrar el primer trimestre del año: la inseguridad ha crecido, la economía se estancó, las ventas e ingresos de Pemex se cayeron, la tendencia de crecimiento del empleo se detuvo.
La respuesta a todo ello ha sido la reiteración: vamos “requetebién”.
Y eso está muy claro. La única duda es para dónde es que vamos “requetebién”.