viernes, marzo 29, 2024

CONCATENACIONES: Los límites del color naranja

Fernando Irala

Luego de nueve meses de pandemia, y más de seis de que se pusieron en marcha las medidas de una “nueva normalidad”, el virus no acaba de domarse ni las curvas en las gráficas de aplanarse.
De principio a fin, la estrategia de salud pública ha sido un caos, pero ahora se hace evidente el desastre, ante el descontrol de los contagios y el incremento del número de fallecimientos, datos que iban a la baja, lentamente, pero iban a la baja. Ya no más.
En la ciudad de México, el semáforo epidemiológico primero se estancó en la tonalidad naranja, y desde hace casi un mes vive un singular fenómeno cromático.
En vez de desteñirse para irse al amarillo, ha recorrido diversas tonalidades que retratan la involución del contagio, durante noviembre pasamos al naranja con alerta, luego a la alerta límite, y ahora estamos en la frontera con el rojo, aunque los indicadores muestren que ya estamos del otro lado de la raya.
Es lo malo de que en las cuestiones sanitarias decida la autoridad política, y no el Consejo General de Salubridad, como mandata la Constitución en el nivel federal, y un consejo similar, que sería lo deseable en la capital del país.
Frente a la oleada de contagios y fallecimientos, que nos mantienen entre los primeros lugares en el mundo, apenas ahora se intentan medidas que hubieran estado bien como ensayos al inicio de año, pero que a estas alturas suenan como palos de ciego en medio de la tragedia. Así por ejemplo, eso de la ley seca en fines de semana, pero con excepción de la venta por copeo en restaurantes. El alcohol promueve el contagio, pareciera ser la tesis, pero contagia más en las casas que en los bares.
Entre esos despropósitos, los del “detente”, y lo de que no mentir y no robar ayudan a no contagiarse, es que la Organización Mundial de la Salud ha llamado a los líderes de México a tomarse en serio el tema.
Esperanza inútil. Aquí y en la OMS sabemos que eso no ha ocurrido, ni ocurrirá.

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