Fernando Irala
Nuevamente, como el año pasado, los migrantes de América Central buscan llegar a Estados Unidos atravesando México.
Pero, al igual que entonces, la Guardia Nacional y las fuerzas armadas mexicanas, convertidas en virtual policía fronteriza, tienen la consigna de operar como un muro y no permitirles su avance.
La orden viene del norte. Todos recordamos el chantaje de Donald Trump al gobierno mexicano: o detienen la migración en el sur de su territorio o sufrirán la aplicación de aranceles en sus exportaciones a Estados Unidos.
No hubo resistencia ni negociación; sólo plazos perentorios para cumplir con el mandato, y al final, el festejo de quienes habían doblado las manos, para presumir como si fuera un triunfo que no habría gravámenes al comercio.
Así comenzamos el año actual, con la única novedad de que las causas que originan la migración persisten e incluso se agravan, y actúan como motivación de quienes deciden abandonar su patria, a veces su familia, sus escasas propiedades y todo lo que los liga a su origen, para emprender una incierta aventura.
Ahora están de nuevo a la orilla del Suchiate. Intentan ingresar a tierra mexicana, de tránsito hacia el norte.
Probablemente no lo saben ellos, pero las condiciones son, si cabe, peores que las de hace un año: la policía mexicana, en particular la Guardia Nacional, que hace diez meses estaba naciendo, ahora tiene ese lapso de crecimiento y profesionalización, deben ser más eficaces; Trump está en campaña por su reelección, y el tema es uno de sus caballitos de batalla, por ningún motivo permitirá ahora lo que evitó desde el año pasado.
Y tienen en nuestro país una opinión pública distraída, dividida entre quienes quieren comprar un boleto para la rifa del avión presidencial y quienes están esperando los servicios de salud gratuitos. Nadie se acuerda de los migrantes.