Fernando Irala
Fue sorpresivo, pero no sorprendente, el contagio del presidente Trump, de su esposa y de varios colaboradores de su equipo, de Covid-19, que en el caso del mandatario lo ha llevado al hospital con resultados aún inciertos.
Mientras los partes médicos y la escasa información oficial nos hablan de un caso leve ante el que se han exagerado las precauciones, los rumores en los medios y en las calles pintan un cuadro más delicado.
A un mes escaso de la elección que definirá la reelección de Trump o su pronto relevo, durante la semana las notas y comentarios se referían más bien al primer debate entre los candidatos, sus peculiaridades y secuelas.
De pronto, el súbito anuncio de la infección presidencial, y el posterior internamiento hospitalario del paciente, cambiaron el foco de atención y las reflexiones.
Tan incierta como se ha vuelto la vida y el futuro en tiempos de pandemia, habrá que esperar el desenlace inmediato de su evolución.
Si, como se ha anunciado, Trump es dado de alta este lunes y su restablecimiento es bueno, probablemente la incidencia del suceso en el proceso electoral será menor. Habrá que sopesar sin embargo, cómo se impacta el ánimo y la percepción social con el suceso, entre quienes verán a un hombre vulnerable y lastimado por el virus, hasta quienes subrayen su resistencia física y su reincorporación plena a sus responsabilildades.
Pero si la recuperación no llega tan rápido como se pronostica, si hay secuelas de la enfermedad, o si simplemente pasan los días sin que haya noticias contundentes, el pánico se apoderará primero de los mercados y luego del ambiente político.
De otras opciones, mejor ni las mencionamos. Pero existen.