CONCATENACIONES: El puente de Brooklyn

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Fernando Irala

Tardaremos semanas, tal vez meses, en saber con certeza qué pasó el anochecer del sábado en el East River de la ciudad de Nueva York, que hizo chocar con sus tres mástiles al buque escuela Cuauhtémoc, con la estructura del puente de Brooklyn, el más famoso puente del mundo.

El velero accidentado ha surcado los mares del planeta durante más de cuatro décadas, en tareas de instrucción a las nuevas generaciones de marinos de México, y había sufrido, como es la naturaleza de la vida en el mar, incidentes diversos a lo largo de su historia, pero nunca una tragedia de las dimensiones de la ahora ocurrida.

Por lo pronto, el choque ha dejado a una cadete y a un marino como víctimas mortales, y una veintena de heridos, algunos en estado grave.

El buque escuela es la embarcación más emblemática de la Armada de México, y se le presenta siempre como el “embajador y caballero de los mares”, funciones que tardará en asumir nuevamente, entre las reparaciones necesarias y las investigaciones imprescindibles, que en ese caso implicarán a diversas instancias, entre ellas la Junta Nacional de Seguridad en el Transporte, de Estados Unidos, las autoridades portuarias de Nueva York, y por supuesto la Secretaría de Marina de nuestro país.

En muchas de las grabaciones de video dadas a conocer en las redes sociales durante el fin de semana, se aprecia como el Cuauhtémoc va visiblemente a la deriva aunque a baja velocidad, lo cual evitó que al producirse la colisión de sus mástiles, varios metros más altos que el claro a la base de la estructura del puente, el desastre fuera peor.

Las primeras versiones conocidas hablan de una pérdida de potencia de su motor, que impidió el funcionamiento del timón y el gobierno de la embarcación.

A escasos dos días de ocurrido el accidente, las especulaciones no han faltado. Pero habrá que dejar que los especialistas hagan su trabajo y se conozcan las fallas, y en su caso las negligencias, omisiones o descuidos que produjeron el choque, y las responsabilidades que de ello se deriven.

Lo cierto es que, por la relevancia de las actividades que tiene encomendadas el simbólico navío, porque los hechos ocurrieron en un puerto internacional y comprometen la seguridad del histórico puente, y en el contexto de la accidentada relación de los gobiernos de ambos países, es de esperar que las averiguaciones ocurran de manera minuciosa y no dejen lugar a dudas. Nada de que la culpa la tiene Felipe Calderón, o José López Portillo, que fue quien compró el velero.

Habrá que estar atentos a las indagaciones.  

Redacción/dsc
Redacción/dsc
Periodista en crecimiento; siempre buscando algo que contar.

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