Fernando Irala
Luego de un proceso cuestionado desde su origen, el Partido Revolucionario Institucional tiene ya una nueva dirigencia, con un mandato de cuatro años, hasta la víspera de la siguiente sucesión presidencial.
Es el momento más oscuro del otrora poderoso partido, tanto que muchos observadores lo han declarado en agonía irreversible.
Dos décadas después de perder el poder que monopolizó a lo largo de casi todo el pasado siglo, y apenas a un año de ser derrotado por segunda vez en la historia, la crisis del priísmo se expresa en su menguada presencia en la vida nacional.
No obstante, el tricolor aún gobierna en doce estados del país en donde habitan más de cuarenta y dos millones de mexicanos, un tercio de la población nacional.
Pero no es lo más grave que su peso electoral sea el más pequeño de toda su vida, sino la asociación que los ciudadanos hacen de sus siglas con el florecimiento de la corrupción y la desigualdad social.
De ahí que esté muy cuesta arriba el renacimiento del PRI como una opción atractiva para volver a gobernar el país.
Por el momento al menos. Todo dependerá de cómo evolucione el actual régimen y si a la larga es capaz de mostrar que hay una real transformación para bien de la mayoría de la gente, o es arrastrado por la incredulidad, las contradicciones y la incapacidad de echar a andar un proyecto coherente que haga resurgir a la nación.
Por lo pronto, los despojos del PRI generaron una lucha enconada, que llevó incluso a la renuncia al partido de los otros dos contendientes de peso, el exrector de la UNAM, José Narro, y la exgobernadora de Yucatán, Ivonne Ortega.
El ahora presidente, Alejandro Moreno, llega con el estigma de haber pactado con el gobierno su llegada, y con el apoyo de los gobernadores que le quedan al PRI, deseosos de complacer al Ejecutivo Federal para no perder los apoyos financieros que necesitan.
Que eso sea cierto o no, deberá mostrarlo en breve el joven dirigente, que ya desde ante de llegar obtuvo el mote de “Amlito”.
Porque, apodos aparte, lo que deberá reinventar es un futuro para el moribundo organismo partidario.