CONCATENACIONES: El presupuesto de un gobierno quebrado

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Fernando Irala

Un gobierno quebrado procesa el paquete fiscal del próximo año para su aprobación en el Congreso de la Unión.
Cada vez más acotado por la deuda, el gasto creciente de los programas sociales, una economía estancada que desde hace siete años no genera más producto y por la renuncia a intentar una reforma fiscal de fondo, esta vez se ha optado por dos vías ilusorias.
La primera es recurrir a un mayor endeudamiento del gobierno, que es decir de todos los mexicanos, esa vía que se había declarado cerrada con la llegada de la 4T, y que desde 2024 se reabrió como sostén básico de un presupuesto que ya no tiene soporte suficiente en los ingresos fiscales.
Según los cálculos oficiales, la deuda mexicana superará los 20 billones de pesos en 2026, más del 50 por ciento del producto interno. Dicho en términos llanos, todos y cada uno de los mexicanos deberemos más de la mitad de lo producido en un año. Este nivel no se veía desde hace más de cuatro décadas, luego de la debacle financiera de 1982 en los tiempos del presidente López Portillo.
La segunda es buscar recursos hasta debajo de las piedras. Otra promesa rota: quienes se comprometieron a no aumentar impuestos porque sobraría el dinero al abatir la corrupción, ahora subirán desde las tasas a refrescos, tabaco, botanas industrializadas, videojuegos, hasta los cobros en museos, monumentos y zonas arqueológicas.
De los primeros se argumenta que es para desincentivar el consumo, pese a que la experiencia de ya muchos años en el caso de los refrescos demuestra que su encarecimiento no reduce la ingesta. En el caso de los sitios culturales queda la duda de si también se busca desestimular su visita, o de qué se trata.
También se incrementarán los aranceles aplicables a las importaciones provenientes de países con los que México no tiene un acuerdo comercial, lo cual se ha interpretado como un alineamiento a las estrategias del régimen estadounidense de bloqueo de los productos chinos, en particular automóviles y autopartes. De paso, además de quedar bien con Donald Trump, habrá una recaudación adicional.
El balance final no es optimista. Cobrar más impuestos tiene como consecuencia inevitable repuntar la inflación. Este año el país tendrá un crecimiento cercano a cero, y el año próximo tal vez de un poco más del uno por ciento. Y para sostener su nivel de gasto, la administración federal tendrá que seguir endeudando al país. De la recuperación de las inversiones en salud, educación y otros servicios relevantes, no hay para cuando.
Seguimos batallando, por ejemplo, en lo más simple: comprar a tiempo y garantizar el abasto oportuno de medicamentos en el sistema sanitario nacional, y en una minucia no prevista: pagarles a los proveedores para que puedan seguir surtiendo lo contratado.

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