Fernando Irala
A siete meses del inicio del actual gobierno, cuando nos aproximamos a cumplir un tercio del año en curso, los datos y previsiones en materia económica y financiera muestran que el barco de la 4T ha chocado con la realidad.
No todo es responsabilidad del régimen mexicano; buena parte de las dificultades que empezamos a experimentar tienen que ver con las locuras y desvaríos que un día sí y otro también se generan desde la Casa Blanca en Washington.
La economía mexicana está estancada, lleva un crecimiento nulo en lo que va del año y muy probablemente así continuará en los meses que faltan. Es más, para 2026, los pronósticos más pesimistas auguran que la parálisis persistirá, y los más optimistas apenas esperan un incremento de uno o dos puntos en el producto.
No hay realmente una novedad en ese escenario. Desde 2018 el país acumula un crecimiento mediocre, que en promedio anual fue inferior al uno por ciento. Lo que significa que ahora somos más pobres, porque la población no ha dejado de incrementarse, y por lo tanto la riqueza nacional se divide entre más gente.
A ello se agrega el aumento de la deuda pública en lo que va de la década. El mismo gobierno que en 2020 se jactó de no solicitar préstamos para afrontar la emergencia del Covid, en 2024, el año de los comicios, endeudó a la nación por más de dos billones de pesos, para extender el gasto que de social pasó a electoral, y así amarrar su permanencia en el poder. Ahora debemos más de quince billones de pesos.
La previsión del Fondo Monetario Internacional es que en los futuros meses la deuda mexicana rebasará el sesenta por ciento del Producto Interno Bruto.
Como es costumbre cuando un informe no es favorable, desde la Presidencia se rechazó el cálculo, pero no con cifras y datos duros, sino con un discurso conocido: este es el gobierno del pueblo y se acabó la corrupción.
Lo cierto es que según el informe al cierre de 2024 del Banco de México, institución inobjetable, la deuda gubernamental alcanza el 57 por ciento del producto, y si se suma la deuda privada se llega a los 97 puntos.
Estamos, pues, en el preámbulo de una tormenta: economía paralizada, una deuda pública alta que no deja de crecer, un inflación que está en un momento de repunte, y como copete de todo ello las amenazas trumpistas.
Son datos de la realidad, no inventos para molestar a nadie. Así vamos. Así lo dicen las cifras. Lo demás son palabras.