jueves, noviembre 28, 2024

CONCATENACIONES: Duarte y Yarrington: corrupción sin límite

Fernando Irala

Más de seis meses después de haber dejado inconclusa su gubernatura para esconderse y huir a continuación, la localización y aprehensión de Javier Duarte en Guatemala ha desatado toda suerte de apreciaciones y especulaciones.

Las tropelías del exgobernador han sido profusamente exhibidas en los medios de comunicación. No es el primer funcionario delincuente, pero en ningún otro caso la exposición pública ha sido tan intensa y persistente.

El desfalco del que se habla suma muchos miles de millones de pesos, su desmedido enriquecimiento personal fue más que notorio, y junto con ello la violencia en Veracruz alcanzó niveles nunca vistos, incluso contra los periodistas, cerca de una veintena de ellos asesinados en esos años.

Seis días antes de la detención de Duarte había caído en Italia Tomás Yarrington, quien por lo que ahora se sabe llegó al gobierno de Tamaulipas protegido por las bandas de narcotraficantes, y durante su régimen y después de éste se convirtió en uno de sus principales líderes. Ahora se le acusa incluso de ordenar la ejecución de Rodolfo Torre, el candidato que hubiera ganado la gubernatura en 2010.

Pero mientras en el caso del tamaulipeco es la justicia norteamericana la que ha encabezado su persecución y captura, con el veracruzano se ha tratado claramente de una operación local, que por ello ha dado pie a las suposiciones extrajudiciales, básicamente la de que se le dará un uso electoral ante los cercanos comicios en varias entidades del país.

Lo cierto es que la corrupción, el robo del erario, la asociación con el crimen organizado, son fenómenos recurrentes en el paso de un siglo a otro y en el transcurso del actual en la política mexicana.

La pérdida del anterior sistema en que la voz del Presidente era la única que se escuchaba, y su voluntad hacía y deshacía carreras políticas, derivó en que los gobernadores, antes dóciles figuras ante el poder central, se convirtieron en virreyes que gobiernan sin contrapesos locales, proclives a caer en todos los excesos y abusos. Y así estamos.

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