Fernando Irala
Se cumplen, este 27 de septiembre, dos siglos de que con la entrada del Ejército Trigarante a la capital de la hasta entonces Nueva España, se inició la etapa del México independiente.
Habían transcurrido once años desde la arenga del cura Hidalgo, que marcó el inicio de la lucha. Fue una contienda larga, sangrienta y desgastante. Pero después de la independencia todo se complicó.
En las siguientes décadas, las reyertas internas debilitaron las capacidades de gobierno y control territorial, y generaron un campo fértil para las acechanzas extranjeras. Primero se separó Texas, posteriormente Estados Unidos nos declaró la guerra y al final nos despojó y se apropió de la mitad del territorio nacional. Más tarde, los franceses intentaron establecer el Segundo Imperio mexicano, luego del primero que encabezó Agustín de Iturbide.
Sólo con la derrota de Maximiliano, el país empezó a construir un gobierno más o menos sólido, con instituciones y estructuras, con planes y proyectos viables.
Al empezar el siglo pasado vino la Revolución y todo se trastornó. Sin embargo, a final de cuentas hubo un rumbo para la nación y México se transformó. Los sucesivos regímenes revolucionarios le dieron estabilidad política al país y a lo largo del siglo el sistema parecía invencible.
Finalmente, con el doblar de la centuria esa estructura fue doblada y nuestra nación se internó en la aventura democrática y la alternancia partidaria. Aprendimos que la democracia no es panacea ni resuelve muchas cosas, y otras más bien las complica.
Y así llegamos al bicentenario de nuestra vida independiente, que nos tocó en tiempo de la 4T.
En ese lapso, México pasó de ser una nación predominantemente rural y agrícola a una sociedad urbana, de intensa actividad económica y conectada con un mundo que también cambió sustancialmente.
Y aunque en la actualidad parece que involucionamos y el país arrostra serios peligros, la efeméride nos debe servir para reflexionar sobre nuestra compleja realidad y lo que necesitamos para enderezar todo lo chueco. Que no será fácil.