Fernando Irala
Finalmente y por fortuna, fue encontrado con vida el joven Marco Antonio Sánchez Flores, quien desapareció por varios días luego de ser detenido y golpeado por policías capitalinos.
Que ya no hay desaparición forzada, cantinfleó el jefe de Gobierno de la ciudad de México, porque el delito se refiere a quien desaparece de plano y no a quien anda libre por las calles.
Desde el primer momento, dijimos, la reacción de las autoridades citadinas, las policiacas y las civiles, ha sido de encubrimiento y no de enfrentar en su crudeza los hechos y resolverlos.
Y aunque las declaraciones de los cuatro policías implicados aseveran que el estudiante por ellos detenido fue liberado unas cuadras después, sigue sin estar claro que pasó exactamente después de que el preparatoriano fue subido a una patrulla, en dónde y por qué lo soltaron, por qué los gendarmes no indagaron la muy probable minoría de edad del muchacho y por qué no lo remitieron a un juez para que éste decidiera qué hacer o en todo caso buscara a la familia del presunto infractor.
Han transcurrido casi dos semanas de la aprehensión en una estación de metrobús de Sánchez Flores, y una desde que fue encontrado vagando en un apartado municipio mexiquense de la zona metropolitana.
Tampoco se sabe qué lo hizo perder la memoria y lo llevó a la grave descoordinación mental que padece, al grado de no recordar su nombre o a su familia, ni qué le había ocurrido.
Lo que sí está claro es que las instituciones policiacas y de impartición de justicia sirven para muchas cosas, pero no para otorgar seguridad y evitar o corregir atropellos a los ciudadanos o a los menores de edad que se crucen en su camino.
Tan mal como en la ciudad de México, el juzgado mexiquense a donde llegó el menor un día antes de ser reconocido y localizado tampoco aplicó los protocolos necesarios para protegerlo.
Y cuando policías de la ciudad de México se adentraron en una comunidad guerrerense para ubicar al cuarto elemento que se había dado a la fuga, se encontraron con los usos y costumbres ahora reforzados por las policías comunitarias y terminaron secuestrados en el pueblo.
Desapariciones de personas aparte, lo que desde siempre ha estado desaparecido en México es el estado de Derecho.