* San Pablo y San Pedro Teposcolula marcan su presencia
* La arcilla negra ceremonial y ornamental de Coyotepec.
* Creaciones místicas y seres esperpénticos imaginarios.
* Hierve el Agua, conjunto telúrico de cascadas petrificadas.
* Mitla fue capital zapoteca con fuerte influencia mixteca.
* La riqueza inagotable de las deidades del México antiguo.
Adrián García Aguirre / Oaxaca, Oax.
Tlayudas, tasajo, pan dulce de pueblo, chocolate negro, salsas de gusano de maguey y de chicatanas, quesillo y memelas con asiento, además de la infinita variedad de antojos, son especialidades que aparecen en las grandes festividades anuales, como la Guelaguetza, las fiestas de El Tule, la Noche de Rábanos y las Calendas de fin de año en Oaxaca.
El reposo a un periplo tan completo lo encontramos por la noche en cualquier restaurante o cafetería del corredor cultural de la calle de Macedonio Alcalá o en los portales del Zócalo, en lugares plácidos y gratos en los que, además de buena comida y bebida, si se desea se puede escuchar música, bailar y compartir alegrías sin parar.
A esto se suma lo que hay en las incontables poblaciones que, como destinos turístico-culturales, se integran a un paseo que empieza en Teotitlán del Valle, donde el arte y el color se dan la mano en el salón de exposiciones y taller de tejidos de la familia Pérez Mendoza del callejón de Centenario 27.
Con don Bulmaro al frente de ese oficio que abarca siete generaciones, la empresa familiar ha sido reconocida nacional e internacionalmente por la calidad de sus creaciones textiles de alfombras y sarapes, hilados y carpetas coloridas.
San Pedro y San Pablo Teposcolula se integran en uno solo, de entre los cinco Pueblos Mágicos oaxaqueños –los otros son Mitla, Huautla, Mazunte y Calpulalpam- y, por supuesto, como un tesoro de la región mixteca durante la época colonial que los consagraron como centro político, económico y comercial, actualmente un destino perfecto para admirarlo como un todo.
Sus artesanos y los que residen en los municipios vecinos de la capital, comparten su fama con la fábrica de floreros, ollas, imágenes, símbolos y otras figuras de barro negro de doña Rosa Nieto –hoy representada por su hijo Valente-, en San Bartolo Coyotepec, ejemplo de la persistencia y presencia de una tradición indígena prehispánica de siglos.
En los portales que bordean el enorme patio de la factoría, encontramos la mayor colección de piezas imaginable que, sin duda, refleja los niveles de ejecución, técnica e interpretación de objetos de alfarería hechos a mano, a partir de arcilla negra ceremonial y ornamental, adquiridos por coleccionistas que los han llevado más allá de las fronteras nacionales.
En el mismo plano de prestigio debe situarse a los alebrijes de San Martín Tilcajete, que no son sino jaguares, ángeles, armadillos, reptiles, peces, creaciones místicas y seres esperpénticos surgidos de la imaginación de Jacobo y María Ángeles, pintados y elaborados en todos los tamaños con maderas finas en esa comunidad artesanal asentada treinta kilómetros al sur de Oaxaca.
Si se combina naturaleza e historia, hay que determinar las rutas: una es hacia Hierve el Agua, donde un conjunto telúrico de cascadas petrificadas aparece en medio del verdor de un valle que debe ser contemplado en toda su grandeza, desde las alturas de esos escurrimientos acuosos carbonatados, que se convierten en balneario natural insólito y perpetuo.
Ese lugar prodigioso –al Oriente de Mitla, por la carretera federal 190- consiste en un conjunto de manantiales no termales arriba de los acantilados que, debido a su composición mineral, labraron las rocas hace miles de años, aún antes de la aparición del ahuehuete de Santa María del Tule.
La principal atracción de ese poblado, a escasos once kilómetros al Sur de la capital del estado, es el majestuoso y antiquísimo árbol de veinte siglos de edad que supera los cincuenta metros de altura y otros tantos de circunferencia, vigilado por un diminuto templo donde se venera a la virgen madre del Señor de la Purísima Sangre.
A su vez, la ruta histórica nos encamina a Mitla, que vio sus grandes días durante el periodo Clásico mesoamericano -del año 100 al 650 d.C.-, a la caída de Monte Albán y, aunque fue capital zapoteca, recibió fuerte influencia mixteca inevitable que se ve en una belleza arquitectónica múltiple, fusionada a través del tiempo con la cercanía de los edificios y la iglesia colonial del poblado.
La zona contiene cinco conjuntos arquitectónicos mayores, conformados por edificios dispuestos en patios, en conjuntos considerados entre las máximas creaciones de la arquitectura prehispánica, y su punto de mayor interés son las tumbas cruciformes.
Es el Mictlán, que se traduce como “lugar de los muertos”, con decorados de grecas donde eran colocados los cuerpos de los miembros de la nobleza, impresionante por los patios, el salón de las seis columnas monolíticas.
Y en especial por la simetría de las grecas sobre piedra que decoran tableros y recintos excepcionalmente bellos, cuya delicada ornamentación es el mayor atractivo de Mitla, distinguida como la zona estéticamente mejor conservada del antiguo imperio zapoteco.
En suma, en Oaxaca aparecieron antiguas culturas, deidades, joyas arquitectónicas magistrales, fiestas y tradiciones ancestrales y otros ingredientes que integran el sendero de las emociones y el esparcimiento, que nos permiten ser testigos de la riqueza inagotable del México antiguo que los dioses del pasado escogieron para vivir.