viernes, marzo 29, 2024

Cinco insurrecciones que estremecieron a Rusia

Luis Alberto García / Moscú

* Los cosacos de Razin abrieron el ciclo en 1667.
* En 1773, la revuelta campesina de Yemelián Pugachov.
* Los decembristas de 1825 querían cambios radicales.
* Ni piedad ni perdón para enemigos y sublevados.
* La Guerra ruso-polaca de 1830 que cercenó a una nación.
* Primera Revolución rusa de 1905, ensayo general de 1917.
Antes de que la Revolución del 25 de octubre de 1917 borrara el Imperio del mapa político del mundo, desde el siglo XVII hubo cinco revueltas y levantamientos que estremecieron Rusia y aterrorizaron a las clases dominantes, por lo que se hace necesario repasar cada uno de ellos por ser los más destacados.
El primero, conocido como el levantamiento de Stenka Razin, ocurrido entre 1667 y 1671, fue una de las mayores revueltas de la historia rusa, conocida también como la Guerra Campesina, que se debió a la consolidación de la servidumbre en el país, así como al agotamiento provocado por las largas guerras contra Polonia y Suecia.
Un cosaco de la zona del río Don, Stepán (Stenka) Razin, logró unir bajo su bandera a miles de cosacos y campesinos indignados con los nobles, principal objetivo de agresión, hay que consignar que, en cada ciudad que tomaron sus tropas, hubo un baño de sangre contra la aristocracia.
Razin se dirigió a Moscú desde el sur de Rusia, tomando una población tras otra, con un ejército que se amplió considerablemente, ya que ofrecía la libertad y buenas condiciones de vida a cada campesino que se uniera a él.
Sin embargo, el ejército rebelde fue derrotado en la batalla de Simbirsk en 1670 -en donde nacería Vladímir Ilich Uliánov, Lenin, dos siglos después- y su líder cayó poco después en poder de las fuerzas gubernamentales.
Razin fue descuartizado y miles de sus seguidores fueron ejecutados tan brutalmente que los testigos quedaron profundamente conmocionados, como habitualmente ocurría en un país que aplicaba represalias y castigos sin piedad ni perdón a enemigos y sublevados.
La rebelión de Yemelián Pugachov de 1773 a 1775 fue otra guerra campesina similar al levantamiento de Stepán Razin, e igual que sus predecesores, los cosacos y campesinos de Pugachov estaban inconformes y disgustados debido a la supresión de sus derechos legítimos por parte del Estado y la nobleza.
El cosaco Pugachov se proclamó emperador con el nombre de Pedro III, sucesor de Pedro el Grande, “milagrosamente salvado” -que en realidad había sido derrocado y asesinado por su esposa Catalina la Grande-; pero el impostor reunió un ejército de casi 70.000 hombres, prometiéndoles libertad, bienestar y prosperidad si tomaba el trono.
Las tropas rebeldes ocuparon fortalezas y pequeñas ciudades en el sur de los Urales y la región del río Volga, consiguieron derrotar a todas las fuerzas gubernamentales enviadas en su contra y ocuparon un enorme territorio.
Debido a esto inspiraron y provocaron numerosos episodios de terror en las clases dominantes de Rusia, y s embargo, en 1775 la rebelión perdió su impulso inicial y fue sofocada, hasta que Yemelián Pugachov y otros líderes fueron llevados a Moscú y ejecutados.
La revuelta de los decembristas sucedió en 1825, y su antecedente se dio a partir de 1813, cuando el Ejército ruso entró en Europa y marchó a París para acabar con Napoleón Bonaparte, y tuvo la oportunidad de ver cómo era la vida en el occidente del Viejo Continente.
Muchos oficiales se percataron de que Rusia iba a la zaga de Europa y que había que cambiar la situación, formándose sociedades secretas destinadas a acabar con el régimen de servidumbre, limitar el poder del soberano o, de ser posible, abolir la monarquía, además de emprender iniciativas profundas para reformar radicalmente a Rusia.
El 26 de diciembre de 1825, durante la ceremonia de entronización del zar Nicolás I en San Petersburgo, llevaron a cabo su intento de rebelión; sin embargo, debido a su falta de organización y decisión, los decembristas -como más tarde se les conoció- no lograron eliminar al emperador ni ganarse la simpatía de las tropas imperiales.
La revuelta fue reprimida feroz e implacablemente, los líderes ejecutados y otros miembros exiliados a Siberia y al Lejano Oriente, a Kamchatka y a la isla de Sajalín, que abrió los primeros campos de prisioneros que cobrarían fama siniestra en el futuro, hasta el siglo XX.
El levantamiento de noviembre de 1830 aconteció debido a que en 1795 Polonia había desaparecido del mapa de Europa tras la repartición que llevaron a cabo Rusia, Prusia y Austria; sin embargo, los polacos no perdieron la esperanza de recuperar su independencia.
A ello obedeció que, en 1830, organizaran un gran levantamiento, conocido también como la Guerra Polaco – Rusa como se le conoce en Polonia, consistente en restaurar el país y volver a contar con el territorio anterior a las particiones, que iba desde el Báltico hasta el Mar Negro.
Y aunque la rebelión se extendió por territorios de Polonia, Ucrania y Lituania, y el Ejército polaco contó con más de 150 mil hombres, además de otras unidades afines en diferentes regiones, las tropas rusas consiguieron suprimir ese movimiento.
Como resultado, Polonia perdió su estatus especial y sus derechos en el imperio ruso, lo que incluía su propia Constitución y efectivos militares, dando inició el proceso para hacer del país fronterizo una provincia rusa más.
Finalmente, la Revolución de 1905 fue esencialmente un ensayo general para la del 25 de octubre de 1917, y tuvo como causas el bajo nivel de vida a que estaba sometida la población por el régimen zarista de Nicolás II, la falta de libertad de expresión y los desastres militares en la guerra de 1904 entre Rusia y Japón, razones que provocaron manifestaciones y disturbios.
Después de que cientos de personas fueran asesinadas por los soldados y guardias imperiales durante una manifestación pacífica en San Petersburgo el 22 de enero de 1905 -suceso que se conoció como el Domingo Sangriento-, la agitación se extendió por todo el país.
Entonces Nicolás II hizo una serie de concesiones y limitó su poder, estableciendo un Parlamento o Duma estatal que mejoró aparentemente las condiciones laborales; pero eso hizo que la Revolución de 1905 fracasara.
De ese modo, Rusia tuvo una tregua, o si se quiere un respiro de diez años antes de que comenzara la siguiente y mucho más aterradora, la Revolución bolchevique que encabezó Vladímir Ilich Uliánov, Lenin, hasta el triunfo definitivo del 25 de octubre de 1917.

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