CDMX a 16 septiembre de 2019
Por LuCecil Gómez Favila
Antes de que se me pasen las emociones quiero expresar mis sentimientos sobre el tradicional Grito de Independencia y el Desfile que acabamos de presenciar.
¿Quien soy yo para escribirlo? Si no soy periodista ni escritora. Soy en cambio una ciudadana que ama a su país y que guarda la esperanza de un México mejor, más unido y próspero. Y lo que he visto y sentido este día es que me abrió nuevamente la puerta de la esperanza y la confianza de que puede ser posible ese milagro…
Hoy quiero felicitar al presidente de nuestro país que ha sido capaz de mover el corazón, la inteligencia y la voluntad de todas las cabezas que organizaron la celebración del Grito y el Desfile reflejo del espíritu y nuevas acciones que se han venido forjando desde el cambio de gobierno.
En los balcones de Palacio Nacional, vimos institucionalidad con la presencia de los tres poderes y no de la “familia real”. También el presidente y su esposa, mostraron elegancia y al mismo tiempo sobriedad frente al pueblo mexicano. Destaca el papel de doña Beatriz Gutiérrez Muller, a quien percibí con vitalidad, y sonriendo con calidez y entusiasmo. En la noche del 15 se vistió con el color de la esperanza y hoy 16, con el blanco, símbolo de la unión el amor emblemático a nuestro país.
El desfile lo percibí muy renovado con la presencia de la Guardia Nacional y los carros alegóricos que representaban a los próceres de nuestra Historia Nacional. Que bien que se presenten así; esto sin duda contribuye a reconocer nuestra historia y a incrementar la identidad nacional.
Especialmente me llama la atención que uno de los objetivos de esta recién creada Guardia Nacional, sea la prevención de riesgos de la población en general. Que importante es aquel adagio que dice, “Es mejor prevenir que lamentar”. Se miran amables y se presentan cantando los valores nacionales tan olvidados en pasadas administraciones. Su validez fue sustentada con la presencia de otros países con muchos años de experiencia institucional en ese rubro.
Me quedé con muy buen sabor de boca, con la ilusión de sentir de que las cosas sí están cambiando para bien. Para terminar, quisiera hacer una exclamación a Dios:
“Oh Dios, guarda a nuestro presidente de caer en las malas costumbres de sus antecesores,
“Líbralo Señor de todos aquellas personas que cuando el mandatario pregunta, ¿Qué hora es? -los allegados contestan- la que usted ordene señor…”