martes, abril 23, 2024

Capitales incalculables en la designación de Qatar 2022

Rajak B. Kadjieff / Moscú

*Es un califato gobernado por millonarios rapaces.
*Una sede mundialista que es paraíso de pocos
*De territorio de pescadores a potencia petrolera.
*Ocho estadios ultramodernos, garantía para la celebración.
*David Triesman puso en duda la elección mundialista.
*Explotación y abandono de trabajadores asiáticos y africanos.
*Irregularidades laborales y deudas de la empresa Mercury Mena.

Qatar, sede de la Copa FIFA 2022, nación situada en una región que ha sido polvorín y escenario de disputas geopolíticas y conflictos bélicos, es la Tierra de las Mil y una Noches, con edificaciones modernísimas y un gobierno de reyes y príncipes rapaces.
Los Al-Thani conforman un clan aristocrático ambicioso y dependiente de la producción de sus yacimientos petrolíferos, descubiertos a mediados del siglo XX, cuando antes, en sus costas, vivían pescadores de perlas, pobres entre los pobres.
Ese paraíso peninsular, tecnificado al máximo -cuyo nombre oficial es Dawlat Qatar, se rige bajo una monarquía hereditaria encabezada por el jeque Hamad Khalifah al-Thani y la Ley Islámica como legislación del Estado-, en el cual ha sido posible modificar hasta el clima desértico que lo envuelve, es solamente para la familia y la alta sociedad del califato; es decir, de unos pocos.
Unificado en el siglo XVIII, tributario de Bahrein, la familia Al-Thani garantizó desde entonces su integridad territorial, convirtiendo a Qatar en potencia petrolera con las inversiones de la Anglo Iranian Oil Company para así alcanzar su meta y su sueño.
En 2010, con ayuda de la Federación Internacional de Futbol (FIFA), invirtió capitales incalculables y logró posicionarse como una economía capaz de comprar el derecho a organizar un Campeonato Mundial de futbol.
La FIFA, como ente organizador de los torneos por la supremacía futbolística internacional, tuvo ante sí uno de sus mayores desafíos en 2022, cuando Qatar logró sede de la XXII Copa del Mundo de futbol, no obstante ser un minúsculo país desértico y reseco.
Con apenas once mil kilómetros cuadrados de superficie, está situado entre Bahrein, Arabia Saudita y los Emiratos Árabes Unidos, y enfrentó amenazas de boicot y dudas sobre su designación, adquirida a base de increíbles golpes de chequera.
Esta cuestión, expuesta por David Triesman, ex dirigente de la Asociación de Futbol de Inglaterra, se movió hacia la política y los derechos humanos, cuando Steve Cockburn, director de Asuntos Globales de Amnistía Internacional (AI), denunció explotación laboral.
Ello no obstante que las autoridades qataríes y los organizadores del torneo declararon que habían mejorado las condiciones de los trabajadores, en un emirato que, por diferentes motivos, enfrenta el aislamiento que le impuso el Arabia Saudita y sus aliados.
La empresa Mercury MENA –reveló Cockburn- no pagó miles de dólares en salarios y prestaciones laborales a sus trabajadores de la construcción, encargados de edificar y remodelar ocho estadios que, dijeron los califas, son garantía para la celebración futbolística; pero dejando a los obreros sin recursos económicos ni posibilidad de salir del país.
“La empresa de ingeniería implicada en la construcción de infraestructura vinculada a la Copa del Mundo de 2022 se aprovechó del sistema de patrocinio qatarí para explotar a decenas de trabajadores migrantes”, informó la entidad internacional defensora de los derechos humanos, al tiempo que solicitaba al gobierno de Qatar que garantizara a los empleados de Mercury MENA el pago del dinero que ganaron.
También pidió la reforma al sistema de patrocinio -“kafala”-, que ha permitido a numerosas empresas explotar a trabajadores migrantes, como ha documentado AI y otras organizaciones desde 2013.
El “kafala” indica que los trabajadores migrantes, especialmente los del ramo de la construcción, son responsabilidad de los empleadores, quienes pueden retener la visa de los empleados, debido a que da lugar a la explotación laboral y a accidentes, en los cuales han muerto cerca de mil obreros en cinco años.
Con arreglo al sistema de patrocinio de Qatar, las empresas están facultadas para impedir que los trabajadores cambien de trabajo o abandonen ese país de menos de un millón de habitantes, limitando sus posibilidades de huir de los abusos o protestar por el trato recibido: “El requisito del permiso de salida fue suprimido para la mayoría de los trabajadores en septiembre de 2018”, destacó desde Londres el funcionario de AI Londres.
“Muchos trabajadores de Mercury MENA –añadió- habían hecho grandes sacrificios y habían solicitado créditos ruinosos para poder aceptar un empleo en Qatar, y terminaron trabajando sin cobrar durante muchos meses, defraudados por un sistema que no los protegía”.
Qatar –explicó Cockburn- puede contribuir a que estos trabajadores migrantes rehagan sus vidas, y demostrar que se propone seriamente mejorar los derechos laborales, garantizando que cobran todo lo que se les debe, que es mucho.
Entre octubre de 2017 y abril de 2018, AI entrevistó a 78 ex trabajadores de procedentes de Filipinas, India y Nepal, a los que la empresa antes llamada Mercury Middle East, debe grandes sumas de dinero.
Tuvo un papel importante en la construcción del Lusail Iconic Stadium, usado como modelo ultramoderno para la presentación ganadora de Qatar ante la FIFA en diciembre de 2010.
Desde entonces, migrantes contratados por la empresa trabajaron en algunos de los proyectos más prestigiosos de Qatar, incluida la “Ciudad del Futuro” de Lusail, en cuyo estadio serán las ceremonias de inauguración y clausura de la Copa FIFA de 2022, con cupo para 86 mil espectadores, con techo móvil, paneles solares y sistema automático de enfriamiento.
Otros trabajaron en el complejo residencial de trabajadores de Barwa al Baraha, irónicamente promocionado por Qatar como muestra de la mejora de las condiciones de los trabajadores migrantes; pero entre salarios y prestaciones, a la mayoría de los trabajadores de Mercury MENA entrevistados por AI, les debían entre mil 370 y dos mil 470 dólares estadounidenses.
En noviembre de 2017, representantes de AI hablaron con el director general de Mercury MENA, quien reconoció largos retrasos en el pago de salarios, aunque negó que la empresa explotara a sus trabajadores: “Mena es víctima de socios empresariales sin escrúpulos que nos ocasionaron problemas de liquidez”, dijo uno de sus ejecutivos; pero sin mencionar que hay demandas legales de contratistas y clientes relacionadas con pagos en su contra.
Comunicaciones documentadas entre Mercury MENA y sus trabajadores demostraron que los directivos de la empresa conocían perfectamente los problemas con el pago de salarios, y que siguió haciendo promesas de pagar los sueldos que incumplió.
AI volvió a dirigirse al director general de Mercury MENA en diciembre de 2017 y enero de 2018, para informarse sobre la situación de la empresa y las medidas que estaba tomando, y también por carta, en julio de 2018, para comunicarle las conclusiones de la investigación.
Los empresarios y accionistas, respaldados por el gobierno de Hamad Khalifa al-Tani, solamente respondieron que proseguía la construcción de los estadios, sin mencionar las denuncias que ya inquietan a la nobleza qatarí, a la FIFA y a sus socios, mayoritariamente las firmas transnacionales patrocinadoras de un torneo en el que nada más unos cuantos ganan.

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